Peter Dinklage
Cancelando a los siete enanitos
Quienes vieran la película de Martin Scorsese El lobo de Wall Street recordarán que empezaba con un jolgorio de brokers ebrios participando en un particular torneo de lanzamiento de enanos, lo cual era muy útil para que viéramos a qué clase inmunda de personal nos íbamos a enfrentar durante las siguientes dos horas. Nos sirvió también para descubrir una triste realidad: que tan peculiar deporte se practicaba en los Estados Unidos con la connivencia de unos señores bajitos que no habían encontrado, dada su condición, una manera más digna de ganarse la vida. El actor norteamericano Peter Dinklage (Morristown, Nueva Jersey, 1969) no solo esquivó tan triste ocupación, sino que se convirtió en una estrella con su interpretación del astuto Tyrion Lannister de la serie Juego de tronos, por lo que aún se entiende menos su salida de pata de banco de esta semana, cuando ha dicho que le parecía muy mal que en la próxima versión en imagen real de Blancanieves y los siete enanitos se pretendiera mantener a éstos en la trama. Todavía se entiende menos que Disney le haya dado la razón y asegure que los enanos serán sustituidos por siete criaturas mágicas (signifique eso lo que signifique). Sostiene Dinklage que no se entiende qué hacen siete enanos viviendo juntos en el bosque, como si la verosimilitud fuese un elemento fundamental de los cuentos infantiles. Por el mismo precio, les enmienda la plana a los hermanos Grimm, que fueron quienes se sacaron de la manga a los amiguitos de Blancanieves, y aporta un nuevo e innecesario elemento woke a la discusión intelectual contemporánea, insinuando que es una ofensa al actual colectivo de enanos la presencia en la pantalla de unos personajes bondadosos dispuestos a ayudar a una damisela en desgracia. De lo que no parece haberse dado cuenta es de que acaba de dejar sin trabajo a siete colegas que hubiesen agradecido un papel en la nueva versión de Blancanieves, siempre preferible a ser objeto de lanzamiento por parte de unos miserables borrachos como los de El lobo de Wall Street (aunque creo que se prohibió esta práctica, me temo que sigue llevándose a cabo en la más estricta clandestinidad).
En Estados Unidos, los actores enanos no se han tomado nada bien la iniciativa del señor Dinklage, pues a nadie le gusta que le boicoteen unas posibilidades de curro más bien escasas. Además, no hay nada humillante, nada parecido al lanzamiento de enanos para diversión de una pandilla de pijos, en que un enano interprete el papel de un enano. Si el pensamiento woke (por llamarlo de alguna manera) incide en que los roles de homosexuales y transexuales sean asumidos por homosexuales y transexuales --no hace mucho despidieron al protagonista de una versión teatral de Hedwig and the angry inch porque sí, de acuerdo, era homosexual, pero no trans--, ¿qué lógica tiene quejarse porque un enano haga de enano? Por no hablar de que con la chorrada de las “criaturas mágicas” habrá que recurrir a los efectos especiales mientras se condena al paro a siete seres humanos de talla reducida.
Hasta ahora, los siete enanitos habían servido, a lo sumo, para bromas groseras que insinuaban un posible gang bang con la dulce Blancanieves, pero nunca habían sido utilizados para una supuesta defensa del colectivo que en nada beneficia a éste. Es evidente que el cine reserva escasos papeles para los enanos. Y que los buenos se los lleva todos Peter Dinklage, que es, por otra parte, un actor espléndido. Puede que le mueva la mejor de las intenciones, pero yo diría que le ha salido el tiro por la culata: su popularidad entre los demás actores enanos está en estos momentos bajo mínimos.