Los misterios paranormales de Helen McCloy
Con la publicación de 'Un reflejo velado de cristal' en España se recupera a una autora de larga trayectoria y sólida formación para narrar tramas misteriosas
12 enero, 2022 00:00Pese a mi condición de inveterado consumidor de thrillers, confieso que nunca había oído hablar de la longeva escritora norteamericana Helen McCloy (Nueva York, 1904--1994) hasta que, hace unas semanas, la pequeña editorial de Gijón Hoja de Lata publicó la novela por la que ha pasado a la historia del género policial, Un reflejo velado en el cristal (Through a glass, darkly, 1950), una de las trece que escribió sobre las andanzas del doctor Basil Willing, psiquiatra que ejerce de asesor para la Fiscalía de Nueva York y detective aficionado a lo Sherlock Holmes, héroe reconocido de su creadora. La serie se inició en 1938 con Dance of death y concluyó en 1980 con Burn this. Aparte de las aventuras del doctor Willing, la señora McCloy escribió otras dieciséis novelas en las que persistió en el tono adoptado con Willing, consistente en la inclusión de lo paranormal en el género negro, vía explorada por muy pocos y que en Un reflejo velado en el cristal encuentra, según los críticos, su mejor exponente. No es que Helen McCloy inventara el misterio con elementos inexplicables, pero sí fue una de sus principales defensoras y practicantes.
Estamos ante un misterio clásico y, en ocasiones, deliciosamente anticuado, pero con un punto de extravagancia que lo hace particularmente notable y que gira en torno el eterno tema del doppelganger, de ese doble que se supone que todos tenemos, cuya aparición suele ser señal de nuestra muerte inminente y que ya atormentó en 1846 al desdichado funcionario Yakov Petrovich Goliadkin, protagonista de la segunda novela de Fiódor Dostoyevski, El doble. El enigma arranca en un internado de señoritas con el despido fulminante de una de sus profesoras, Faustina Gayle, de la que se deshacen sin más explicaciones. Una colega de la cesante, Gisela von Hohenems, averigua que algunas alumnas aseguran haber visto a la señorita Gayle en dos sitios a la vez, lo cual crea una inquietud tan notable como lógica en la prestigiosa academia. En busca de una opinión autorizada, Gisela recurre a su novio, el doctor Willing, y así da inicio una investigación tortuosa que acaba conduciendo a un final ambiguo y abierto en el que al lector no le queda claro si realmente la profesora cesada tenía un doble o si todo podía explicarse de una manera racional.
La conclusión, del lector
La autora le da al lector todos los datos posibles para que éste llegue a su propia conclusión, pero los elementos racionales no acaban de imponerse de una manera clara y la novela termina con un fascinante quiebro abierto a toda clase de interpretaciones. Un final que hoy día entraría dentro de lo (más o menos) normal en el género policíaco, pero que en 1950 constituía toda una rareza, especialmente al verse albergado en una novela de apariencia clásica que mezcla de manera inédita lo tradicional (e incluso lo rancio) con lo (¿involuntariamente?) vanguardista.
Helen McCloy nunca fue una burguesita que se divirtiera con sus misterios paranormales. Hija de una escritora, Helen, y del director del New York Evening Sun, William, pasó varios años en Europa (se matriculó en la Sorbona en 1923 y no regresó a su país hasta 1932), ejerció la crítica de arte y en 1950, año de la publicación de Un reflejo velado en el cristal, llegó a la presidencia de la Asociación de Escritores de Misterio de Estados Unidos. Escribió veintinueve novelas y algunos libros de relatos cortos y yo no sabía quién era, probablemente porque en España estaba absolutamente olvidada hasta que una modesta editorial asturiana decidió exhumarla. De la respuesta popular dependerá, me temo, que dicha exhumación se reduzca al libro recién aparecido o, por el contrario, continué la publicación de sus fascinantes misterios paranormales. Cruzo los dedos para que así sea. Y si no, siempre me quedan Amazon y las ediciones en inglés para profundizar en su peculiar obra, pues cuando descubro un autor que me gusta, suelo dedicarme al consumo compulsivo de sus libros. Mientras tanto, recomiendo fervientemente Un reflejo velado en el cristal a los aficionados a la literatura negra que no le hagan ascos a la presencia de lo inexplicable en sus thrillers. El peculiar retro futurismo de este libro es de lo más raro e interesante que uno haya leído en su vida.