El paraíso del jubilado
El documental 'Some kind of heaven' propone una interesante reflexión sobre la vejez con un grupo de jubilados en una ciudad artificial de Florida
7 julio, 2021 00:00Hay en Florida una ciudad artificial de 130.000 habitantes que se vende como la Disneylandia de la tercera edad o el paraíso del jubilado. Atiende por The Villages y va dirigida a carcamales con posibles que aspiren a pasar sus últimos años de estancia en la tierra en un entorno seguro y agradable en el que no se crucen ni con niños ni con jóvenes, colectivos asaz molestos para todo aquel que se dispone, sin prisa y sin pausa, a doblar la servilleta. En The Villages ha rodado su documental Some kind of heaven (Una especie de cielo) el cineasta norteamericano Lance Oppenheim, con el respaldo como productor de Darren Aronofsky, cuyas películas como director, por cierto, no pueden importarme menos. Le agradezco, eso sí, que le haya echado una manita al señor Oppenheim para rodar esta película que puede encontrarse en el catálogo de Filmin y que, junto a la inevitable melancolía que envuelve a los pre muertos, ofrece una visión tan humana como (involuntariamente) humorística de eso que en Estados Unidos se define con el eufemismo de senior citizens.
Evidentemente, en The Villages no es oro todo lo que reluce, aunque las reglas no escritas de la comunidad te conminen constantemente a ser feliz por lo afortunado que has sido al acabar en un sitio tan pistonudo. Por mucho que te esfuerces en vestir la mona, la vejez es lo que es, la antesala de la muerte, y no la alegran ni la gimnasia en la piscina, ni los bailecitos improvisados en las plazas ni la búsqueda, a menudo desesperada, de una nueva media naranja con la que compartir tus últimos años de estancia en el planeta. El señor Oppenheim podría haber optado por el tremendismo pesimista y fijarse, por ejemplo, en los habitantes de The Villages que la van diñando y dejando huecos en el paisaje, pero, en vez de eso, ha preferido centrarse en cuatro curiosos personajes de la zona cuyos testimonios se van alternando en la pantalla hasta construir una especie de relato alternativo al de la dicha obligatoria que impera en The Villages.
Un peculiar relato alternativo
Se trata de Anne y Reggie, un matrimonio en el que ella asiste preocupada a la progresiva chaladura de él, al que le ha dado por las drogas psicodélicas, el taichí, la trascendencia de chichinabo y un misticismo new age más bien cutre; Bárbara, una viuda que busca pareja y ve cómo el hombre que le gusta, un gañán apodado Margarita man por su habilidad en la fabricación de ese cóctel, prefiere a otras algo menos talludas y gorditas; y Dennis, un solterón catastrófico que no vive en The Villages (se limita a aparcar su furgoneta delante), pero se cuela siempre que puede en busca de alguna viuda rica que lo mantenga durante sus últimos años (y cuando lo consigue, elige la libertad sobre la comodidad, se sube a la furgoneta y sigue con su existencia carente del más mínimo sentido).
El señor Oppenheim ha escogido a estos cuatro especímenes como podría haber elegido a otros, pero juntos componen un peculiar relato alternativo, imposible de ofrecer por quienes disfrutan de lo lindo en The Villages y se prestan a la alegría obligatoria. Los cuatro dan cierta pena, para qué negarlo, y pueden ejercer cierto efecto deprimente en el espectador, sobre todo si a éste, como es mi caso, no le separan demasiados años de los habitantes de The Villages. ¿Pero acaso no merecemos compasión todos los seres humanos que hemos venido a este mundo no sabemos para qué y llevamos un montón de años improvisando sobre la marcha? Las historias de viejos, como todos sabemos, son veneno para la taquilla, pero Some kind of heaven es una de las reflexiones audiovisuales más peculiares e interesantes que uno haya visto últimamente sobre el poco transitado mundo de la tercera edad.