Tahar Rahim y Jenna Coleman, en una imagen de la serie 'La serpiente' / NETFLIX

Tahar Rahim y Jenna Coleman, en una imagen de la serie 'La serpiente' / NETFLIX

Cine & Teatro

El monstruo de Bangkok

La miniserie 'La serpiente' pone los pelos de punta con una historia de asesinatos de mochileros 'pijos' occidentales que recorrían Oriente para buscar vivir aventuras exóticas

17 abril, 2021 00:00

Netflix se acaba de marcar un buen tanto al colgar la miniserie La serpiente, coproducida con la BBC, una de esas historias impactantes y siniestras que enganchan al espectador y le obligan a tragarse sus ocho episodios prácticamente en bucle. Yo la hice durar tres noches, pero siempre me iba a la cama con gran dolor de mi corazón, aunque lo que se me contaba era repugnante…O tal vez precisamente por eso, ya que el personaje protagonista es uno de esos monstruos, a la altura de Hannibal Lecter, que, para colmo, está basado en un ser (más o menos) humano real, Charles Sobhraj, alias Alain Gautier --padre indio, madre vietnamita, criado en París--, al que interpreta magistralmente el actor francés Tahar Rahim.

Mestizo resentido por la mala manera en que, según él, se le trató en Francia, Sobhraj estaba instalado a mediados de los años 70 en Bangkok, donde se dedicaba a la venta de piedras preciosas y a redondear sus ingresos haciéndose amigo, primero, y robando y asesinando, después, de mochileros europeos y estadounidenses con pasta que recorrían Oriente en busca de iluminación o, en la mayoría de los casos, de drogas y aventuras exóticas que explicar a sus nietos. Charles Sobhraj los odiaba por pijos y malcriados y no experimentaba el menor remordimiento al eliminarlos, siempre secundado por su fiel Ajay (Amesh Edileweera), un indio de piel oscura y expresión tenebrosa que lo seguía a todas partes como un perro.

Aunque era incapaz de querer a nadie --empezando por su propia madre--, Charles disponía de una amante/esclava en la figura de Marie-Andrée Leclerc, alias Monique (Jenna Coleman), una quebecoise acomplejada y triste que encontró en ese psicópata al hombre de su vida: estaba perdida y tuvo la desgracia de que la encontrara ese sujeto que se hacía llamar Alain Gautier. Juntos (con la inestimable ayuda del extrañísimo Ajay) se las apañaron para ganarse la confianza de inocentes (y algo tontos) mochileros que los consideraban unos anfitriones adorables hasta que era demasiado tarde para darse cuenta de en qué manos habían caído.

Retrato de un resentido social

Los crímenes de Charles y Ajay disfrutaban del desinterés de la policía local (descrita como una pandilla de incapaces, en el mejor de los casos, o de corruptos, en el peor) y de las diferentes embajadas hasta que un funcionario de la delegación holandesa, Herman Knippenberg (el inglés Billy Howle) se obsesionó con los cadáveres quemados de dos compatriotas y acabó absolutamente consagrado a la tarea de dar con su asesino: no paró hasta que, contra viento y marea, Charles Sobhraj acabó en una prisión de Katmandú, donde lleva desde el 2003, cuando fue detenido sin que nadie entendiera qué había ido a hacer a Nepal, y donde todo parece indicar que se pudrirá hasta el fin de sus días. Monique falleció de un cáncer de útero en 1984, ya de regreso a su Quebec natal. Ajay fue visto por última vez en Alemania, en 1976, y nada se sabe de él desde entonces. Knippenberg siguió con su carrera diplomática, pero su mujer se divorció de él durante (y a causa de) su larga obsesión por el asesino de turistas.

Escrita por Richard Warlow y Toby Finlay y dirigida por Tom Shankland y Hans Herbots, La serpiente es un apasionante relato criminal basado en hechos reales y también una reconstrucción perfecta de un lugar y una época. Y es, sobre todo, un retrato escalofriante de un resentido social que se tomaba sus crímenes como una muestra de extraña justicia poética. Aunque todos los actores y actrices están muy bien, Tahar Rahim brilla especialmente al interpretar a ese sujeto frío como un reptil que, sin embargo, sabía ganarse la confianza de todas sus víctimas, tanto las voluntarias --su novia, su secuaz-- como las involuntarias --todos esos pobres desgraciados que le cogieron aprecio y acabaron muertos, se calcula que unos treinta, aunque su asesino lo siga negando todo a día de hoy.

Lejos de los thrillers al uso y de los documentales sobre crímenes reales, La serpiente es una estupenda rareza que pone los pelos de punta y niega por completo las pretensiones de la pobre Blanche Dubois de Un tranvía llamado deseo. En el caso de Charles Sobhraj, no se podía hacer nada peor que confiar en la amabilidad de los extraños.