Dos tontos muy tontos
La serie británica 'This country' se presenta como un (falso) documental de la BBC sobre las tribulaciones de la juventud en el entorno rural y sus dificultades para socializar
3 abril, 2021 00:00La capacidad de los británicos para la self deprecation o autoirrisión es digna de admiración: nadie como ellos para reírse de sí mismos, actividad que en el continente nos cuesta un poco más. En la televisión, esa tendencia digna de encomio vivió momentos dorados con la serie Little Britain, farsa hilarante sobre los extremos más ridículos del carácter inglés, pero el visionado de This country, cuyas tres temporadas (2017–2020) ha colgado recientemente Filmin, demuestra que aún se podía ir un poco más allá en la chufla antipatriótica. La serie tuvo mucho éxito en Gran Bretaña, pero me temo que algo similar rodado en cualquier región española habría suscitado indignadas quejas por parte del gobierno autónomo de turno. Por el contrario, no consta que los habitantes de Northleach, Gloucestershire, donde se rodó, con un presupuesto de cuatro libras (o eso parece), This country llegaran jamás a poner el grito en el cielo. Y por Dios bendito que motivos no les faltaban.
Creada y protagonizada por los hermanos Cooper, Daisy May y Charlie, This country se presenta como un (falso) documental de la BBC sobre las tribulaciones de la juventud en el entorno rural y sus dificultades para socializar, echarse novia, encontrar trabajo y hacer, en definitiva, todas esas cosas que distinguen lo que conocemos como una vida normal. En la ficción, los hermanos Cooper son primos: Kerry y Lee (alias Kurtan) Mucklowe. Kurtan vive con su abuela, que no sale nunca; Kerry, con su madre, a la que solo se oye gritar desde el piso de arriba y soltarle todo tipo de groserías a su hija. Kerry y Kurtan son simples no, lo siguiente. No han trabajado desde que salieron del colegio, se pasan el día juntos porque a él las novias le duran dos días y ella es incapaz de establecer una relación con un hombre y solo se relacionan con el párroco del pueblo, con un pelmazo apodado Slugs al que aguantan por pena, ya que tuvo cáncer —como el actor que lo interpreta, Michael Sleggs, fallecido en julio del 2019— y con Mandy, una vecina psicótica que les inspira algo muy parecido al terror.
En el pueblo de mierda en que viven Kerry y Kurtan no hay, pese a los esfuerzos del párroco, nada más que hacer aparte de emborracharse en el pub y participar en la fiesta anual del espantapájaros, en la que cada vecino contribuye con su engendro de paja para ganar un premio cochambroso. La vida de los primos Mucklowe es una pesadilla de la que nos reímos para no llorar, pues en su pueblo no hay ni una persona normal y abundan los tarados, como el padre de Kerry —interpretado por el progenitor de los hermanos Cooper, Paul— o el viejo con malas pulgas Len —que interpreta Trevor Cooper—, tío de los hermanos/primos. Todo lo que vemos en la pantalla nos da una mezcla de grima y vergüenza, como en las series de Juan Cavestany. El humor nunca es evidente y puede haber quien se trague entera This country y llegue a la conclusión de que no tiene maldita la gracia. Hace falta un espectador algo especial para entender la extraña propuesta de los hermanos Cooper, pero quien la entienda, la acabará disfrutando sobremanera, aunque frecuentemente se pregunte por qué.
Aparentemente, This country no es más que una sobredosis de imbecilidades protagonizadas por una gente que no está muy bien de la cabeza. En la práctica, si le pillas el punto, es una cruel reflexión sobre la estupidez británica en el mundo rural que te obliga a ir empalmando episodios porque no puedes apartar la vista del horror que se despliega ante ti, de la misma manera que no puedes apartarla de un accidente de tráfico particularmente horrendo. Todo es de verlo y no creerlo, y las risas que se te escapan continuamente tienen mucho de acto defensivo ante una agresión mental de muy grueso calibre. Hay en marcha una versión norteamericana de This country, pero es poco probable que tenga nada que ver con el original: los ingleses son insuperables para el análisis humorístico de la propia estupidez.