La capitana Marleau

La capitana Marleau

Cine & Teatro

La irritante capitana Marleau

Capitaine Marleau basa su encanto en unas intrigas sólidas y una protagonista que, aunque a veces consigue sacar de sus casillas hasta al espectador, es como la prima francesa del teniente Colombo

30 marzo, 2019 00:00

Ya les he contado alguna vez mi teoría de las series confortables, esos productos con los que uno se encuentra tan a gusto como con un viejo jersey comodísimo o el regreso a un sitio que nos gusta, nos resulta familiar y nos parece acogedor. Son series como Colombo o Se ha escrito un crimen, en las que sabemos perfectamente con qué nos vamos a encontrar y a las que, si las pillamos zapeando, siempre nos acabamos enganchando, incapaces de seguir cambiando de canal. Esas series necesitan un personaje tan carismático como Sherlock Holmes y unas tramas que, sin ser el colmo de la originalidad, siempre consiguen aportar alguna novedad a un microcosmos en el que nos sentimos como pez en el agua. Capitaine Marleau, que emite Calle 13 desde hace unas semanas, es una de esas series, francesa en este caso. Su protagonista, una oficial de la Gendarmería Nacional, es tan cotilla como Jessica Fletcher y tan irritante como el teniente Colombo: su principal seña de identidad no es una gabardina astrosa, como en el caso del inspector del puro maloliente, sino un gorro con orejeras en la línea de los que llevaba Ignatius J. Reilly, el delirante protagonista de La conjura de los necios.

Poco se nos cuenta de la capitana Marleau, aunque en un episodio se le escapa que, de niña, fue expulsada de todos los orfanatos de Francia. Pero nos basta con verla en acción --interpretada por la tan brillante como desconocida en España Corinne Massiero--, meneando su desgarbada osamenta de mujer entre madura y mayor que se considera más fea que Picio, pero en posesión de una tenacidad y una insistencia que acostumbra a sacar de quicio a los sospechosos. Marleau suele intercalar frases en idiomas extranjeros, citar viejas películas francesas, aparentar que deja en paz al sospechoso de turno para volver sobre sus pasos y hacerle otra pregunta molesta, empatizar con gente a la que le han cargado el muerto, pero que ella sabe que no son culpables, comportarse siempre como una vieja chiflada y/o excéntrica y acabar resolviendo el caso con una intuición propia del Hércules Poirot de Agatha Christie cuando ponía a trabajar a sus famosas células grises.

La capitana Marleau lleva en activo en la televisión francesa desde 2015 y no parece que su carrera policial vaya a terminar de forma abrupta. Dirigida por la veterana Josée Dayan, esta serie está estructurada en capítulos de noventa minutos en los que suele aparecer alguna que otra gloria de la gran pantalla (hasta ahora, Gerard Depardieu en el primer episodio y Victoria Abril en el tercero, interpretando a la madre superiora de un convento con un pasado turbio en España) y en los que Corinne Massiero tiene múltiples oportunidades para despistar a todo el mundo portándose como una niña gamberra, una vieja maleducada o una pelmaza que debería estar en un sanatorio en vez de ir por ahí deshonrando a la Gendarmería con su actitud.

Cada episodio transcurre en un lugar distinto de la Francia rural, en el que aparece, cual enviada especial volante, la loca del gorro con orejeras para impedir que el asesino de turno se salga de rositas. Es la Francia de los libros de Simenon y las películas de Chabrol, un entorno de crímenes discretos y hasta domésticos que nunca implican grandes dosis de violencia para quien debe resolverlos. Polar con chispas de humor, Capitaine Marleau basa su encanto en unas intrigas sólidas y una protagonista que, aunque a veces consigue sacar de sus casillas hasta al espectador, es como la prima francesa del teniente Colombo y se le coge el mismo cariño que al desastrado inspector de la policía de Los Ángeles.