El cine homosexual que vio Franco
Frente a la censura y las rígidas normas sociales, los gais y las lesbianas estuvieron presentes en todos los géneros cinematográficos a lo largo de los 40 años de la dictadura
28 junio, 2017 00:00El cine tiene en su valija un puñado de títulos que lo hacen más extremo, más radical, más libre. Algunas de las películas generadoras de este voltaje son las que representaron la homosexualidad durante la dictadura de Franco, entonces severamente perseguida, socialmente reprobable. “Son sujetos perversos, sin escrúpulos ni corazón, con manifiesta desviación ética y frialdad y ausencia de sentimientos”, sostenía el jurista Antonio Sabater, uno de los redactores de la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social de 1970.
La mecánica de la censura puso en aprietos a los cineastas que quisieron retratar a los homosexuales. Esta persecución, en ocasiones, fue una obsesión. A veces, un simple trámite. Pero nunca un asalto imposible. Los gais y las lesbianas estuvieron presentes en todos los géneros y a lo largo de toda la dictadura. “La homosexualidad fue primero reconocida y después perseguida, sí, y sentenciada, pero no se consiguió que desapareciera”, señala Alejandro Melero, autor del estudio Violetas de España. Gais y lesbianas en el cine de Franco (Notorius).
Así, un grupo de soldados irrumpió en el rodaje de Alhambra, cinta que llegó a las salas de Barcelona en 1937 con el principal reclamo del debut cinematográfico de su protagonista, Miguel de Molina. El cantante, que acabó en el exilio por su doble condición de republicano y homosexual, recuerda en su biografía a aquellos milicianos mirando la filmación “con curiosidad, sentados con el fusil entre las piernas”. En Don Floripondio, una comedia que se estrenó a poco del fin de la Guerra Civil, los episodios más delirantes giran alrededor de la confusión de un padre de familia viudo que tiene que sacar adelante a sus tres hijos.
Relaciones ambiguas
Esta lectura alcanzó incluso a los títulos más influyentes y a los realizadores más próximos al régimen. Ocurrió así con Harka (1941) de Carlos Arévalo o ¡A mí la Legión! (1942) de Juan de Orduña, inicialmente dirigidas a legitimar ante los espectadores el golpe militar. La ambigua relación amistosa entre sus protagonistas, las obsesiones de unos soldados por otros y las escenas de contacto físico entre los combatientes parecen revelar cierta fascinación homosexual, tal como han destacado, entre otros, el crítico cinematográfico Diego Galán y el catedrático Félix Fanés.
Otro tanto sucedió con las películas de temática taurina, donde a veces ese mundo “puramente masculino” dio paso al uso de los personajes homosexuales como lección de los valores del nacionalcatolicismo. El caso más emblemático: De barro y oro (1968), protagonizada por Juanito Valderrama. Aquí, el personaje gay acaba con la vida de un joven aspirante a figura del toreo al sentirse rechazado. Esta película, según desvela Alejandro Melero, desconcertó a los censores. Los de guion exigieron la eliminación de las secuencias de “invertidos”; los encargados de revisar la copia final, sin embargo, las pasaron por alto.
El bailarín y coreógrafo Alfredo Alaria, en el filme 'Diferente' (1961)
Con todo, ninguna de las películas rodadas en la dictadura llegó más lejos que Diferente (1961), dirigida por Luis María Delgado aunque concebida y protagonizada por Alfredo Alaria, artista argentino que recaló en España después de trabajar en la compañía de Miguel de Molina. Francisco Umbral encontró al bailarín y coreógrafo suramericano al final de su carrera artística, allá por 1977, “perdido, acabado y roto por el Barrio Chino” de Barcelona. “Presumía de haber inventado West Side Story. ‘Hollywood me lo robó, Hollywood me lo robó’, me decía Aldredo Alaria, mirándose en el espejo de su megalomanía”, anota el autor de Mortal y rosa.
El dudoso papel de la censura
“Diferente no tiene equivalencia en la explicitud de sus imágenes ni en el cine español ni en el internacional que se hacía entonces”, señala Melero. Como ejemplo, la secuencia filmada en un edificio en obras en la que el protagonista se queda mirando con deseo a un obrero que trabaja con una taladradora. Observa con detenimiento su esfuerzo, clava sus ojos en el torso y los brazos desnudos. Después, la máquina penetra en el suelo... “Ninguna cinematografía presentaba entonces con facilidad ejemplos tan evidentes de una mirada homosexual erotizada hasta tal punto”, subraya el autor de Violetas de España. Gais y lesbianas en el cine de Franco.
En este sentido, resulta una auténtica sorpresa que la película tuviera la aprobación de la censura, que paradójicamente hasta aplaudió el filme: “Como ballet es realmente espléndido. [...] Magnífica fotografía en color así como la realización en su conjunto y elementos puestos en juego. ¡En cuanto a lo ‘diferente’, eso es otro asunto!”. Como remate, el Padre Benito, censor eclesiástico, le dio la enhorabuena al equipo del filme “porque era la película artística más bonita que había visto”, según ha contado en alguna ocasión Luis María Delgado, realizador de la película, que se proyectó públicamente por primera vez en el cine Fémina de Tarragona.
Adolfo Marsillach, en un fotograma de la película 'El tímido' (1965)
Acaso este sorprendente consentimiento se explica por las gestiones de un productor avispado y por una burocracia interminable enfrentada a unos plazos ajustados, pero también por una conquista estética: las cuestiones moralmente dudosas están presentadas en Diferente bajo una perspectiva aleccionadora y ejemplarizante, a modo de juego retórico similar a lo que ocurrió con las novelas góticas de la época victoriana. El censor, obligado a distinguir la sutil frontera entre la necesidad narrativa de carácter moral y el dudoso deleite descriptivo, daba finalmente su aprobación.
Posteriormente, es perceptible en el desarrollo del cine realizado bajo la dictadura de Franco una consolidación del estereotipo, a veces utilizado para la burla y la humillación, que logró una naturalización de las identidades sexuales. Sin ir más lejos, No desearás al vecino del 5º, con Alfredo Landa, se convirtió en un éxito de taquilla. Más de cuatro millones de espectadores llenaron las salas. Luego, vinieron con otro cine Saura, Picazo y Camus. Eloy de la Iglesia fue uno de los integrantes de aquella última generación de directores que comenzaron a hacer cine en el franquismo. Ellos empujaron la llegada de un mundo nuevo.