El erotismo intelectual de Guido Crepax
Aunque después hiciera aportaciones interesantes al mundo del cómic, ha pasado a la historia como un personaje curioso de los inicios de la tira cómica para adultos
26 mayo, 2024 22:30Noticias relacionadas
Tengo la impresión de que ya nadie lee al italiano Guido Crepax (Milán, 1933 – 2003), y cuando digo nadie, me incluyo a mí mismo en el colectivo de abstencionistas. Crepax parece un recuerdo en el inconsciente colectivo de los aficionados al cómic. Durante los años 60, 70 y comienzos de los 80 fue alguien al que se tomaba en consideración, tanto si te gustaba lo que hacía como si no (mi difunto amigo Jesús Cuadrado, teórico sensacional, lo detestaba por machista, aunque no tanto como a Milo Manara). Su personaje más célebre, Valentina, lo hizo conocido en Europa y Estados Unidos, pero le colgó a perpetuidad la etiqueta de erotómano (con pretensiones intelectuales).
Valentina nació a mediados de los años 60 como un personaje de las aventuras del súper héroe Neutrón, que nuestro hombre publicó en la revista Linus, publicación pionera en la aceptación del cómic para adultos. Antes de eso, Crepax estudió arquitectura, se dedicó a la publicidad y diseñó portadas de discos de jazz, su música favorita, para las ediciones italianas de álbumes de Fats Waller, Gerry Mulligan, Louis Armstrong o Charlie Parker (y hasta mediados de los 80, realizó portadas e ilustraciones para una revista de galenos, Tempo medico, la más antigua de Italia).
Recuerdo con agrado las aventuras de Valentina y el dibujo de Crepax. Supongo que me atraía el peculiar erotismo del autor, con esas longilíneas mujeres desnudas y sus extrañas aventuras. Crepax me parecía el Modigliani de los tebeos, y su acercamiento al sexo, estilizado y algo cerebral, nada tenía que ver con la eficaz y cruda carnalidad de un Milo Manara. Aunque eróticas, las historias de Valentina parecían querer ir siempre un poco más allá y entrar todo lo posible en lo literario. O así las recuerdo, pues no las he releído ni para redactar este texto: prefiero quedarme con las sensaciones experimentadas en mi primera adolescencia, no vaya a llevarme un desengaño y sentirme timado y medio tonto (también hay películas que más vale no volver a ver y libros que no hay que releer).
Valentina no fue la única heroína descaradamente sexual de nuestro hombre. Hubo más. Sin ir más lejos, Anita (1972), Belinda (1983) o Bianca (1998). Para cimentar su fama de erotómano, Crepax firmó también sendas adaptaciones al cómic de Historia de O (1975), Emmanuelle (1978) o la criatura del marqués de Sade Justine (1979). Valentina tardó lo suyo en llegar a España (problemas con la censura). No lo hizo hasta 1977, en las páginas de la revista Totem y cuando, tal vez, su tiempo ya había pasado y su erotismo alternativo había cedido su espacio a otros autores menos vaporosos y más dados a ir al grano (una vez más, aparece la sombra de Manara, el gran adorador del trasero femenino).
Crepax dejó también algunas obras de mérito no encuadrables en el erotismo y de las que no se acuerda casi nadie. Pienso en L'uomo de Pskov (1977), sobre la revolución soviética, o en L'uomo di Harlem, sobre su gran pasión musical, el jazz. Y se despidió de sus lectores en 2002 con una curiosa adaptación del Frankenstein de Mary Shelley. Un año después, moriría en su Milán natal a causa de la esclerosis múltiple. A diferencia de su compatriota Hugo Pratt, cuya fama no decayó tras su fallecimiento (su Corto Maltese fue continuado por otros guionistas y dibujantes), yo diría que Guido Crepax fue olvidado a los pocos meses de su desaparición: en mis conversaciones con otros aficionados a los tebeos, su nombre no sale nunca (aunque igual se trata solamente de una impresión personal).
Puede que su Valentina, como la Barbarella de Jean Claude Forest, estuviese demasiado impregnada del signo de los tiempos y que le tocara abordar varios conceptos a la vez: la historieta como elemento cultural de consumo adulto, la normalización del erotismo en los cómics o la aproximación literaria al medio…Todo lo que se pone de moda pasa de moda.
Crepax (al igual que Forest) estuvo muy de moda en los años 60 y 70. Aunque después hiciera aportaciones interesantes al mundo del cómic (Forest llegó a su plenitud creativa en los 80 con el guion que escribió para Jacques Tardi, Ici Même), ha pasado a la historia como un personaje curioso de los inicios del cómic para adultos, en el mejor de los casos, o, en el peor, como un autor marcado por su época que acaba cayendo en el olvido.
A mí me lo hizo pasar muy bien. Hace muchos, muchos años.