PLA VIAJERO

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Letra Global

Josep Pla en castellano

Destino publica, al cuidado de Xavier Febrés, una estupenda selección del 'Calendario sin fechas' de Josep Pla, las míticas crónicas que el escritor catalán escribió para la revista de Josep Vergès

19 junio, 2023 20:59

“El bilingüismo es una tragedia”, escribió Josep Pla en un artículo de 1957 que contestaba a otro de Enrique Badosa en el que este había asegurado que el ampurdanés poseía tanto el genio expresivo del catalán como del castellano. Pla no quiso aceptar el honor y se revolvió contando su peripecia frustrada como autor en varias lenguas, también en italiano y en francés, experiencias, decía, que siempre le habían demostrado que solo se puede escribir bien en “la lengua que Dios nos ha dado”.

El artículo era uno de los que semanalmente publicó en la revista Destino, en la sección que tituló Calendario sin fechas, entre 1939 y 1978. De los 1.700 que llegó a escribir, ahora Xavier Febrés ha hecho una estupenda selección con el mismo título para el sello editorial que surgió de aquella revista creada durante la guerra por catalanes franquistas refugiados en Burgos. 

La primera impresión al leer estas piezas es de sorpresa absoluta. La obra en castellano de Pla siempre ha sido menospreciada, para empezar por él mismo, que solía decir que el catalán es una lengua eminentemente paratáctica, mientras que el castellano tiende a la hipotaxis, que él definía como “la frase que termina en cola de pescado”.

Pero lo cierto es que en estas páginas nos encontramos, simple y llanamente, con un escritor magnífico, con todas las virtudes que se le han reconocido en catalán y que él supo imprimir con gracia, astucia y buen gusto en la lengua hermana. Pla decía que no dominaba el castellano, como tampoco el italiano o el francés.

¿Pero qué quiere decir dominar una lengua? ¿No hay ahí una trampa? ¿Quién domina más su lengua, el austero Borges o el pomposo Carpentier? El propio Pla, en un obituario espléndido, habla del estilo desaliñado de Pío Baroja, una limitación que no le impidió ser uno de los mejores escritores de su tiempo. Incluso a Cervantes se le acusó de escribir una prosa vulgar, desatenta a las leyes del gran estilo que exigían las preceptivas. ¿Qué es, en definitiva, escribir bien?

Josep Pla

Josep Pla

El fetiche de la lengua materna es producto de una cultura dominada aún por los mitos del romanticismo y de los que el propio Pla fue víctima, en parte por las particulares y trágicas condiciones históricas de nuestro país. Pero como recordaba a menudo George Steiner, en el oeste de Suecia y en Finlandia se hablan desde el nacimiento dos lenguas completamente distintas y muy difíciles. Y en Malasia los niños crecen hablando tres lenguas. Un escritor tan admirado por Pla como Montaigne sólo habló latín hasta los ocho años y sin embargo pudo inventar luego la prosa en francés vernáculo.

Elias Canetti no aprendió alemán hasta los siete y solía decir que él tenía tres lenguas, el ladino para hablar con su madre, el inglés para comunicarse con los demás y el alemán para el diálogo consigo mismo. Es sorprendente la terquedad cerril con que en España, en lugar de interpretar modernamente nuestra variedad lingüística, nos empeñemos en reivindicar la lengua propia.

Porque si algo sabemos del lenguaje es que no es propio sino obra de muertos anónimos cuya historia pulveriza cualquier tentativa de identidad espuria. Por otra parte, como también nos enseñó Steiner, el escritor moderno vive a menudo en la transterritorialidad, un ámbito que ya no es geográfico solamente sino que se nutre sobre todo de la traducción, el desarraigo y el cosmopolitismo. 

Pla quiso cultivar una imagen de escritor arraigado en su pueblo y en su lengua, pero su imaginación desmiente esa estabilidad. Como observó Gabriel Ferrater, Pla fue el primer prosista catalán que no venía de la lírica y por tanto su particular genio lingüístico no es, en contra de lo que pueda parecer, el de la naturalidad idiosincrásica.

La prosa es un constructo sumamente artificial y tardío en la evolución de las literaturas europeas. Debido a la ausencia casi absoluta de modelos en su lengua, Pla tuvo que entrenar su imaginación, que era ansiosa y sintomáticamente precisa, en otras tradiciones.

Su estilo bebe de los moralistas franceses, de Stendhal, de Flaubert, de Laurence Sterne. Y también, inevitablemente,  de escritores en castellano, tanto clásicos como modernos, entre los que destacan el mismo Baroja, Azorín o Antonio Machado, justamente aquellos que huyeron de la tentación barroca característica del idioma.

Sánchez Ferlosio se refirió despectivamente a la “lamentable prosita paratáctica de Azorín y los azorinianos” como “barquitas de vela latina” en “las mansas aguas costeras del soleado Mare Nostrum”. La hipotaxis que él dominó como nadie, en cambio, “los complicados galeones de la gran prosa barroca” eran capaces de enfrentarse “con todas las galernas del Mare Tenebrosum”. Pla hubiera estado de acuerdo, pero cambiando las tornas. 

Josep Pla visto por Farruqo

Josep Pla visto por Farruqo

La sucinta pero jugosa selección de Xavier Febrés permite hacerse una idea de lo que fue la voz de Josep Pla bajo la dictadura franquista, en su dimensión más pública y oficial. En la década de 1940, su estilo es más vigoroso, policromado y ágil, en busca aún de la descripción perfecta. Con la llegada de la vejez, en cambio, su prosa se volvió más difusa y digresiva, algo cansada y con una tendencia cada vez más acusada a pontificar con amargura. (Ocurre exactamente lo mismo en catalán). La antología se abre con una pieza maestra, 'Otoño en Baztán':

“Todo es otoñal y las cosas parecen tener un cansancio y un abandono perceptible. Las laderas de los montes presentan un resplandor de rescoldo moribundo. Los árboles          –chopos, hayas, robles– tienen aún pendientes las hojas muertas. Ya por pocos días... Una helada y el mundo vegetal se convertirá en una caligrafía de ramas secas. Es el momento de los colores incendiados, dorados, calientes –cardenillo, oro, vinagre– y del toque del paisaje por la telaraña sutil y azulada de la niebla...”

De paso por Bretaña observa la variedad de barcos:

“A marea baja, los botes negruzcos, los bergantines del cabotaje, los grasientos vaporcillos de pesca caen de costado, y el barro emerge saturando el aire de marisco putrefacto. Luego, las aguas vuelven, el palo de los barcos se levanta, las cuerdas se estiran, las orillas circundantes se dilatan y uno ve, casi físicamente, la convalecencia del paisaje”.

En otro artículo, recuerda un invierno en Estocolmo:

“Todo esto sucedía en el otoño y, dado que siempre llovía, se veían las cosas detrás de una gasa de agua azulada. Al atardecer, las formas de la ciudad quedaban diluidas en una luminosidad espesa. A veces, sin embargo, paraba de llover, el cielo se aclaraba súbitamente y se producía un alfilerazo de frío. La tierra, entonces, se poblaba de una especie de tul blanquecino, de un albor de vegetación criptogámica que, tocada por las luces municipales, daba unos reflejos de tonos rosa, malva, violáceo. Con el frío, el mercado de la leña se fue clareando, las goletas se fueron yendo una tras otra, con sus grandes velas mojadas, tocadas de nicotina, a la espalda. Y un buen día el muelle, ídose ya el último barco con la nieve en la arboladura, escarchado de hielo, el muelle quedó solo e incierto”.

Se nota en estas primeras piezas el “atroz silencio” que, al decir de Ortega, había caído en España tras la guerra civil. Pla, después de haber sido marginado del nuevo régimen que había apoyado –Ferrater habló de su constante ingenuidad política, de Cambó a Franco– no tiene más remedio que hablar de la vida lenta y de las transformaciones de lo permanente.

Pero su disciplina en castellano muestra hasta qué punto, para escribir bien, importa más la temperatura de la inteligencia que el calor de la lengua materna. Aunque sin duda tenía más recursos en catalán, Pla es en castellano el mismo escritor. A él se le pueden aplicar las palabras que dedica al escultor Arístides Mallol:

Josep Pla, en su vejez

Josep Pla, en su vejez

“Mallol es todo vida. Está en la recta vía: es un griego. La vida aplomada sobre la tierra. ¡Y qué hombre! ¡Qué serenidad, qué calma, qué grandiosa simplicidad! En el aspecto externo, continúa siendo, como siempre, un payés. Ya comprenderá usted que no se le puede imaginar vistiendo o calzando con afectación, como un tipo de vitrina, pero es un payés bastante extraño. Tiene un espíritu, una luz, una fuerza para captar esta cosa fugaz, cálida, palpitante, indescriptible, que es la vida”.

“La vida aplomada sobre la tierra”. La imaginación de Pla siempre se complace en lo concreto y tangible, en el mundo de los sentidos. Frente a lo inefable o desmesurado, en cambio, su ojo se retrae y rechaza cualquier relación especulativa. El mar desnudo, sin el ornamento de la costa o el campo, lo mismo que el desierto, le produce pavor. En ese sentido, toda la obra de Pla puede verse como un intento desesperado por salvar la realidad de la abstracción, la política de la revolución y el tiempo de la velocidad. 

Calendario sin fechas también ofrece una serie de lúcidos autorretratos en distintos momentos de la madurez. Al cumplir los cincuenta años, se muestra inclemente con su generación:

“Somos una generación de envejecidos prematuros, sin ninguna de las ilusiones del viejo verde. Todo lo que sale de nuestras manos está tocado de fatiga. Por eso ha habido, en la literatura, tanto retoricismo. Llegamos a los cincuenta años con una dentadura devastada, unas gafas cada vez más anchas y el hígado echado a perder. Pero todo eso se podría arreglar probablemente con un poco de régimen y de paciencia. Lo que no tiene remedio es la devastación de la dentadura espiritual y el estado del hígado moral. Esto tiene una recomposición difícil”.

Así le vemos envejecer poco a poco, sufriendo infartos, despotricando contra la descomposición de su viejo mundo rural, hasta cumplir casi los ochenta en el último artículo, 'Notas para un diario al atardecer, escrito en julio de 1978 y en el que se despidió repitiendo una de sus grandes obsesiones: “La igualdad humana en la miseria es una impresionante estupidez”.