Hay controversia al respecto. El Cinema Cataluña de Ribes de Fresser, fundado en el año 1900 aseguraba ser el cine más antiguo de Cataluña, pero la Acadèmia del Cinema Català dictó sentencia hace unos años.
La Sala Mozart de Calella es la sala de cine en activo más antigua de Cataluña. Situada en el número 91 de la calle Església, su historia se remonta a al año 1896, cuando abrió sus puertas el Teatre La Constància.
¿Es trampa? No. El cine de Ribes también empezó como sala teatral y los años lo convirtieron en el cine que es. Le ha pasado al Cataluña, igual que le pasó a la Mozart. Se adaptó a los tiempos. Y, a pesar de las dificultades, ambos sobrevivieron.
El cine de los Pirineos no tiene una programación estable entre semana. Se limita especialmente a los fines de semana. La del Maresme, en cambio, es mucho más regular y hasta es escenario de festivales.
Inicios como teatro
Cuando empezó su andadura a finales del siglo XIX, estaba conformada por un amplio espacio con café en la entrada, que aún se mantiene. Es un local anexo que ahora es, más bien, un bar.
El original contaba también con salas polivalentes en el primer piso y fue concebido como punto de encuentro para el ocio y la cultura local. Y, como no podía ser de otra manera, acogió uno de los mayores inventos de la época: el cine.
La llegada del cine
La llegada del cinematógrafo a Calella está documentada en crónicas y revistas de 1904. Fue todo un fenómeno en la ciudad. Ese año se programaron dos películas y tres zarzuelas cortas en un mismo día.
Los historiadores consideran que es probable que la sala realizara pruebas antes de ese día tan especial. Las compañías que patentaron la máquina que revolucionó las artes, Gaumont y Pathé Frère, se dedicaban a hacer proyecciones itinerantes por el mundo en aquella época. Exhibían cortometrajes en diversas salas.
Espectadores de la Sala Mozart
Estas empresas tenían las patentes y hacían negocio con ellas. Es por eso que no se descarta que días, antes de esa histórica jornada 1904, en La Constància, se realizara algunas proyecciones de prueba.
Tuvieron su resultado. Cuando La Constància instaló su propio cine, fue todo un éxito. El acontecimiento se anunció con el extravagante nombre de “El antiplástico cromolístico electro serpentígraf”.
Todo el cine del mundo
El eslogan, aunque excesivamente técnico, cautivó. Desde entonces, las proyecciones, mudas y con acompañamiento de piano u orquestina, se empezaron a suceder de manera tan regular como se pudo.
Luego llegarían las primeras películas en color. Más adelante, las sonoras y finalmente, todas las de efectos especiales y en todos los formatos posibles. Las proyecciones no se han interrumpido nunca.
Cambio de manos
Antes de que toda esto pasara, el edificio cambió de manos y de nombre. El músico, pedagogo y compositor Claudio Salom Morera y su esposa Francisca Romaguera Salvà compraron el edificio en 1926, Lo adaptaron a sus gustos y lo rebautizaron como Sala Mozart.
En el piso superior instalaron una Academia de Música, que amplió la oferta cultural del espacio y consolidó su papel como centro artístico y social de Calella. Aun así, el cine seguía presente en este espacio.
Exterior de la sala Mozart
Esta variedad de oferta cultural atrajo a muchos lugareños. Varias generaciones de la familia Salom continuaron al frente del negocio, manteniendo vivo este espíritu cultural y de servicio público. Y el cine nunca faltó
Ni siquiera durante la Guerra Civil ni en la posguerra la Sala Mozart cesó su actividad. Es más durante el franquismo apostaron aún más por el cine.
Impulso de la cultura catalana
A partir de finales de los años 50 y hasta la década de los ochenta, se organizaron en la sala las célebres sesiones del Cinefòrum, algunas de ellas comprometidas y casi clandestinas.
Estas sesiones estuvieron respaldadas por altos representantes de la cultura catalana. En ellas participaron contaron con la participación de figuras destacadas como Miquel Porter Moix, Josep M.ª López Llaví, Antoni Kirchner y Jaume Figueras, entre otros.
Cine de resistencia
Su peso en el panorama cultural del Maresme fue evidente. Durante esos años el cine acogió numerosas presentaciones de películas catalanas con la presencia de sus equipos técnicos y artísticos, como La piel quemada de Josep M.ª Forn o La plaça del Diamant de Francesc Betriu.
Nunca se cerraron a nada. Ni a la clandestinidad, ni al cine de arte y ensayo, como llamaban antes al cine de autor, ni a los estrenos y películas de marcada vocación comercial.
Butacas de la Sala Mozart
Pero en los años 80 llegó la crisis del vídeo doméstico. El VHS y los videoclubs fueron una dura prueba para la Mozart y el resto de cines de todo el mundo. Muchas salas cerraron, pero del Maresme.
La familia Salom Morera supo cómo actuar. Diversificó su actividad hacia el teatro y las variedades, sin abandonar el cine.
Cine y teatro
Las características de la sala, que ya empezó con representaciones en vivo, lo hicieron posible. El escenario cuenta con una caja escénica de 14 metros (10 m de boca libre) y camerinos con capacidad para 15 artistas.
Pero el cine continuó presente. Los Salom Morera y el operador Manuel Tardío, lo llevan en la sangre. El técnico permaneció en la cabina hasta su jubilación en 1988 y la familia aún vela por su supervivencia.
Reconocimiento
Esta pasión ha tenido su recompensa. En 1988, la Generalitat de Catalunya distinguió a la Sala Mozart como mejor sala de exhibición cinematográfica por su promoción del cine catalán.
En 2020, la Acadèmia del Cinema Català le otorgó el título de ser la sala de cine en activo más longeva. En sus instalaciones, puede verse una placa conmemorativa que la acredita oficialmente como una de las pocas Sales Centenàries de Catalunya, con más de cien años de historia ininterrumpida.
Entrada de la Sala Mozart
Se vive y se siente cuando uno se acerca al número 91 de la calle Esglèsia. Aquí aguarda un viaje por la historia de Cataluña y del cine.
A él se accede a través de un pasillo con jardín interior. Tras cruzarlo, al espectador le aguarda una sala de proyección con platea y anfiteatro con un aforo de 468 plazas.
Cómo es la sala
El conjunto se completa con un bar cafetería, que recuerda aquel primer café que ya desde su origen estaba en la entrada del Teatro La Constància. Como entonces, este sigue siendo el lugar tradicional de tertulias y punto de reunión para los calellenses. Donde se debate de todo, incluso de cine.
Y al frente de todo, siempre estuvo ña familia Salom, especialmente el empresario Arcadi Salom. Él fue el alma del local durante décadas después de hacerse con el edificio. Él apostó por el cinematógrafo y la cultura y los suyos también.
Cine familiar
Tras su fallecimiento, la gestión pasó a su viuda María Teresa Salom y al hijo de ambos, Lluís Arcadi. Juntos alcanzaron un acuerdo con el Ayuntamiento de Calella en 2012 para garantizar la conservación y funcionamiento del teatro-cine como espacio cultural público.
También falleció el operador Manuel Tardío, pero fue sustituido por otro cinéfilo de promo, Lambert Cussó. Él fue el responsable de impulsar en 2018 un ciclo de cine clásico en la planta superior del edificio, para recordar esas películas que un día también se proyectaron en Calella.
Escenario de la Sala Mozart
No hay nada que venza al cine en este lugar. Ni la tecnología. En noviembre de 2014, el local cerró temporalmente para una profunda reforma en la que ampliaron el escenario e instalaron equipos de proyección digital y láser 3D.
En 2024, volvió a acometer obras de mejora acústica y de seguridad con una inversión superior a 120.000 euros, centradas en la sustitución de materiales no ignífugos y la renovación de instalaciones. Todo está en regla a pesar de sus 121 años.
Sede de festivales
La Sala Mozart sobrevive a los estragos de la crisis del cine. Lo ha hecho siempre. El secreto: su estrecha relación con el tejido cultural local.
El espacio ha sido sede de diversos festivales de cine de gran arraigo, como el Festimatge, organizado por Foto-Film Calella, en el que cineastas como J. A. Bayona presentaron sus primeros trabajos.
La Mozart, ahora
También se celebra aquí el Calella Film Festival, orientado a la promoción de producciones de bajo presupuesto y que ha contado con la presencia de actores como José Sacristán y Sergi López.
Más de un siglo después de su inauguración, la Sala Mozart —o Can Salom, como también se la conoce— continúa siendo un símbolo vivo de la historia del cine y de la cultura popular catalana.
Premis Gaudí en la Sala Mozart
Convertido en espacio público y cultural municipal, con programación de cine, teatro y música. Ha acogido exposiciones como la de la extraordinaria colección de material cinematográfico de Josep M.ª Queraltó, una de las más importantes de Europa. Y, ahora, es sede del Maresme Film Festival.
Ahora, además, se ha convertido en el Maresme Film Festival, donde se proyectan primeras películas de futuros cineastas. El certamen, que bebe del festival municipal original, se ha abierto para que aquí los nuevos cineastas exhiban sus películas, sean cortos o largos e incluso de bajo presupuesto. Un cine centenario y de resistencia en todos sus sentidos.
Noticias relacionadas
- El tren de los años 60 que cruza Cataluña: un viaje al pasado por el precio de un billete de metro
- La cueva submarina de Cataluña más espectacular que se puede visitar a pie: está repleta de coral
- La olvidada iglesia románica de Cataluña que sobrevivió a un terremoto: un patrimonio medieval del siglo XII oculto en medio del Pirineo
