Isak Férriz: "Hemos de recuperar la conciencia de clase, todos nos creemos clase media y somos trabajadores"

Isaak Férriz vuelve al cine con un protagonista. Por mucho que se empeñe en decir que él es “un actor episódico, curtido en personajes episódicos de series de televisión”, cada vez es más protagonista de las series y del cine español

Él detuvo su carrera cuando nació su hijo, “quería conciliar” y pasar tiempo con su hijo. Y, de repente, apareció Gigantes, de Enrique Urbizu, y, de alguna manera no se detuvo. Y ha llegado un protagonista en cine.

Férriz es Lou en la ópera prima de Carlos Solano Leo & Lou. Su personaje es un hombre conflictivo, atormentado y algo huraño, que, de manera accidental, acaba emprendiendo un viaje con una niña que ha perdido el habla, Leo.

Son, como afirma él mismo a Crónica Global, “la antipareja”. Primero por la diferencia de edad, pero, sobre todo, por sus caracteres. Ambos son cerrados, parecen tener claro lo que quieren y el otro, sea quien sea, molestan. Aunque se acabarán entendiendo.

Hubo un tiempo que era más fácil verlo en el teatro y en el salón de casa, pero ahora parece que el cine lo ha redescubierto.

Sí, no sé. A mí el cine es un medio que siempre me ha apasionado. Además, con este tipo de películas pequeñas. Es muy importante que todavía exista el mercado para ellas, que la gente venga a verlas, y que lo hagan en el cine. Si no van a verlas, las productoras, evidentemente, no apostarán por ellas. 

¿Cuál dirías que es su valor?

Son películas a las que les cuesta mucho encontrar financiación. Son películas diferentes, autorales en cierta manera. Porque Leo & Lou, por mucho que sea una película para todos los públicos, es una película que bebe mucho del cine para todos los públicos de los años 80 y que todavía puedes ver con tus hijos, porque te emocionan y todavía te hace reír, también al pequeño. 

El problema es que el cine familiar parece denostado.

Bueno, a veces se lo tienen ganado. Hay películas infantiles que las ves y están tratando a los niños directamente de imbéciles. Esta no es el caso.

¿Por qué?

Lo primero que me ha gustado es que me recuerdan mucho a una de mis películas preferidas de toda la historia: Luna de papel, de Peter Bogdanovich. Es una película preciosa, de los años 70, de la mejor década de la historia del cine.

Después, Leo & Lou es una película muy positiva, que habla de dos personajes solitarios. Lou es un señor de unos 40 y pico años, huraño, gruñón. Y Leo, una nena de 10 años con una herida familiar. Ambos se conocen en una huida hacia adelante. La peli es eso, un viaje de dos personas que parecen que no encajan en esta sociedad y que acaban encontrando su lugar en el mundo juntos. 

Son marginados de forma involuntaria y con heridas.

Sí, seguramente no tienen las herramientas o no saben enfrentarse a los traumas que te da la vida. Porque no siempre es fácil enfrentarse a ellos. 

Ella es una niña que está en un orfanato y decide escaparse y en este viaje es donde se encuentra con Lou. Parece que a priori se han de llevar a matar. Serían la antipareja… Bueno, Vamos, que le atrapó, ¿no?

Bueno, es la primera película de un director que ha estado nominado a los Goya, con su cortometraje y con una historia muy buena. Creo que todos nos enamoramos de la historia. Es una historia que emociona.

Además, yo también soy padre. Mi hijo no ha podido ver nada de lo que yo he hecho, en mi especialización de policía atormentado. (Ríe). Y para mí era muy importante hacer una película que él pudiera ver y mostrarle a qué se dedica su papá cuando está tantas semanas fuera de casa. 

Pero lo va a volver a ver atormentado. ¿Qué le ven que siempre le tocan esos personajes?

No lo sé, tío. Pero como intérprete es muy interesante. Yo entiendo mi trabajo como mi segunda terapia. Esto es muy exorcizante. A través de mis personajes he trabajado muchas cosas o muchos traumas que de otra manera no podría. Es muy atractivo como trabajador y para el espectador también, porque empatiza con esa persona algo taciturna. Pasa hasta en el metro. La gracia aquí era hacerlo muy gruñón, cosa que también se me da bastante bien. (Ríe). 

¿Y lo de escaparse de la norma? 

Bueno, es que no hay una única manera óptima de hacer las cosas, hay mil caminos. Como también es muy importante que haya varias referencias en el cine. Porque todas aquellas personas que en algún momento se hayan sentido no aptas para la sociedad, vean que hay mil maneras de ser aptas para la vida. Hay mil amistades sorpresivas que a priori no parecen que vayan a acabar bien y luego lo hacen.

¿Qué cree que aporta esta película a la cartelera o al público?

Primero es una feel good movie, una película que te hace sentir bien. Pero no te hace sentir bien porque es amable, única y exclusivamente. Te hace sentir bien porque es un masajito para las emociones. Y, como hemos dicho, es una aventura que recuerda mucho al cine familiar de los años 80. De esas que las revisamos una y otra vez y no caduca.

Además, es una película que puede verla toda la familia y tiene un mensaje que hoy día es muy importante: habla de la redención.

¿Hay que reconfortarse de alguna manera en un mundo así?

Si tuviéramos más a flor de piel todas estas emociones, seguramente todos tendríamos la empatía mucho más presente en nuestra vida. Así, podríamos entender a una persona que deja toda su familia, se sube a una patera y viaja jugándose la vida junto a otras 50 personas en una barca minúscula, para llegar aquí. Y entenderíamos que lo último que tendríamos que hacer es detenerlo hasta que llegue la policía para que lo arresten, como vimos de forma mezquina este verano. Recordaba mucho a los policías de balcón durante la pandemia, a ese tipo de miserabilidad moral. 

Este tipo de películas nos ayudarían a recuperar, a tener la empatía y ser mucho más presentes en nuestra vida, a ser solidarios los unos con los otros cuando necesitan ayuda. Y a recuperar el concepto de la clase, que la estamos perdiendo, que nos hemos creído todos que somos clase media, y no, no, somos clase trabajadora. 

Solo hay un 10% que son clase alta. Todos los demás son subproductos del capitalismo, como los emprendedores de hoy en día, que se creen todos que son clase alta. Y no, son clínex que algún día el sistema arrojará y expulsará cuando ya los haya exprimido.

Es cierto que la clase media parece casi un invento.

¡A la clase media se la inventó el que se inventó las hipotecas! El que te dijo, “tú, hipotécate, y ahí tendrás tu casa, tu coche, tu tele y tu segunda residencia, incluso! Así ya eres clase media alta.

Sin contar el odio a la clase trabajadora.

Claro, convierten a tus propios iguales en enemigos para situarte por encima de ellos. Por encima del bien y del mal.

Y volviendo a la película, ¿por qué diría que hay que ir a verla en cines?

Porque si no, este tipo de películas familiares, pequeñas y de autor dejarán de hacerlas al final. Porque serán pocos los locos de la cabeza que van a querer invertir 6 años de su vida en conseguir financiación, como ha pasado con Leo & Lou.

Y, además, por la experiencia única de verla en una pantalla grande donde todo el sonido y el color lo puedes apreciar, donde no tienes escapatoria, donde no te puedes despistar con nuestro déficit de atención brutal y mirar la pantalla.

A todos nos da pena cuando se cierra la tienda y el cine de barrio y dices, ¿cuántas veces has ido en los últimos 5 años? Entonces, tal vez lo colectivo es una tarea común.