
La cárcel más oculta de Cataluña: una muralla medieval esconde una prisión de guerra a 20 minutos de Barcelona CANVA
La cárcel más oculta de Cataluña: una muralla medieval esconde una prisión de guerra a 20 minutos de Barcelona
El edificio se esconde en un pueblo catalán conocido por sus termas romanas
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A pesar de que ahora se habla mucho de reciclaje, hay un sector que lleva siglos aplicándolo: la arquitectura. Desde el templo de Augusto reconvertido en la catedral de Tarragona, hasta una emblemática muralla medieval convertido en cárcel, Cataluña es una clara muestra de como se pueden reaprovechar los edificios históricos.
Si el caso de Santa Tecla es más conocido, son pocos los que saben de la existencia de esta fortificación devenida prisión. Se encuentra a escasos 20 minutos de Barcelona y queda casi disimulado entre sus calles.
Caldes de Montbui es conocido, tal y como deja entrever su nombre, por sus aguas termales. Éstas brotan de sus fuentes y circulan por debajo de sus pies, fascinando al visitante y ofreciendo un gran atractivo turístico, regional y nacional.
En cambio, poca gente sospecha que entre tantos balnearios y termas romanas, se esconde también un particular edificio cargado de historia. Se encuentra en el casco antiguo, bajo las calles estrechas e irregulares que caracterizan el centro histórico, dentro de los límites de lo que un día fue una ciudad amurallada.
Dónde está
El trazado tortuoso no es casual: es la herencia directa de una villa medieval que, desde el siglo XII, se atrincheraba tras muros de piedra para protegerse de los peligros externos. La muralla, hoy prácticamente desaparecida, tuvo su momento de gloria como baluarte defensivo y testigo de los vaivenes políticos y militares que ha vivido esta población del Vallès Oriental.
El hecho es que, aunque el recinto fortificado ha sido en gran parte derribado, todavía se conservan algunos tramos ocultos entre fachadas y patios, especialmente en la zona del torrente, donde la topografía ofrecía una protección natural. Es precisamente allí, en las calles que rodean el Puente Romano y Can Rius, donde se observa la presencia más clara de la antigua muralla.
Un pasado medieval
Sus cimientos, sin embargo, siguen presentes bajo casi todas las casas que conforman el núcleo antiguo. La estructura medieval, documentada desde el año 1102, contaba con cuatro portales de entrada correspondientes a los puntos cardinales, cada uno con su propia capilla. En el siglo XVIII, el número de portales había aumentado a cinco, lo que ilustra el crecimiento de la villa.
Uno de los vestigios más notables de este sistema defensivo es la Torre de Caldes, también conocida como la torre del Portal de Bellit. Esta construcción, que formaba parte de una de las puertas de entrada de la villa, destaca por su singular arquitectura y por el papel que desempeñó en la historia penal y judicial de la ciudad.
La torre se encuentra entre la calle Mayor y la calle Corredossos, esta última ya da pistas de su función original como vial interior de la muralla. Con una forma casi semicircular en la parte exterior (la que daba fuera de la muralla) y una cara prácticamente plana en el interior, la torre responde a criterios típicos de la arquitectura militar medieval.
El diseño de esta torre permitía optimizar la defensa exterior y, al mismo tiempo, adaptarse a los espacios reducidos dentro del recinto amurallado. Está formada por una planta baja y dos pisos superiores, con muros de carga de mampostería gruesa y bóvedas interiores construidas con cerámica dispuesta de forma concéntrica, una técnica cercana a la conocida bóveda catalana.
Una torre convertida en cárcel
La cubierta es plana y transitable, también pavimentada con piezas cerámicas. Durante una restauración reciente se añadieron almenas decorativas en la parte superior, un detalle que ha sido cuestionado por no mantener la coherencia estética con la construcción original.
La fachada de la torre presenta una composición aparentemente desordenada, fruto de las múltiples reformas y transformaciones que ha sufrido a lo largo de los siglos. Las aberturas y ventanas parecen colocadas sin un patrón claro, lo que contribuye a una estética fragmentada fascinante y significativa. En su día este lugar fue una cárcel.
¿Una prisión en Caldes?
La relación de Caldes con la justicia y el derecho tiene raíces profundas. Durante siglos, la villa ostentó la capitalidad de la veguería y contaba con una rica tradición jurídica. Abogados, juristas y procuradores tenían un peso destacado en la sociedad calderina, y la prisión era un símbolo tangible de esta autoridad legal.
Inicialmente, el espacio penitenciario de la villa se encontraba en una sala del antiguo hospital, detrás de las termas romanas. Esta ubicación, activa entre 1619 y 1867, acabó considerándose insuficiente con el paso del tiempo.
Una guerra de por medio
A mediados del siglo XIX cuando, en un contexto de crecimiento demográfico y reorganización urbana, se decidió derribar parte de la muralla para facilitar la expansión de la villa, se decidió mantener una torre para darle un nuevo uso. El Portal de Bellit, una de las dos que flanqueaban la entrada por el camino de Bigues, se convirtió en la nueva prisión del municipio.
Esta decisión llegó en un momento convulso de la historia española: la Tercera Guerra Carlista (1872-1875). En ese contexto, se reactivó el uso defensivo de varias villas estratégicas, entre ellas Caldes, que empezó a necesitar de esta mayor prisión que, ahora, pasa desapercibida.
Cómo llegar
Para visitar la Torre de Caldes desde Barcelona, la mejor opción es el vehículo privado. Caldes de Montbui se encuentra a unos 35 kilómetros al noreste de la capital catalana. El itinerario más directo consiste en tomar la AP-7 en dirección Girona y salir por la salida 18 (C-59) hacia Caldes. Desde allí, solo hay que seguir las indicaciones hacia el centro histórico del municipio.
Otra alternativa es salir de Barcelona por la C-33 hasta Mollet del Vallès y enlazar con la C-59 en dirección a Caldes. Esta ruta es especialmente recomendable si se desea evitar la autopista de peaje. Una vez llegados, se puede aparcar en los alrededores del centro y continuar a pie hasta la calle Mayor, donde la torre se muestra, discreta pero majestuosa, como una centinela del pasado que todavía hoy observa la vida del pueblo.