La burguesía catalana es bastante conocida para los catalanes. Son esa clase alta que vive en zonas elevadas de la ciudad, poseen tierras e incluso tienen palacios. Y los que ya no los poseen se han quedado como monumentos.
El caso del Palau Güell es uno de los más conocidos en Barcelona. Una obra de Gaudí situada en el centro de la ciudad, propiedad de una de las familias más importantes de Cataluña. Tampoco faltan el Palacio de Pedralbes, antiguo palacio real, o el Palacio Albéniz en la montaña de Montjuïc. En cambio, hay otro en pleno centro de la ciudad, que pasa desapercibido y ha encontrado un nuevo uso.
Dónde está
Cuando los barceloneses pasan por delante de este edificio, pocos saben que es un palacio, incluso desconocen su historia. Se trata de una construcción situada en la calle Mallorca, esquina con Roger de Llúria, en pleno Eixample barcelonés. Muy cerca está la Pedrera que le quita protagonismo, pero es igual de impresionante, sobre todo por dentro.
Cierto es que la nueva entrada, al ser un añadido, no dice mucho, pero allí donde van los abogados colegiados de Barcelona es en realidad, el Palauet Casades, una joya arquitectónica que ha permanecido como testigo de la transformación urbanística de la ciudad.
Idea del proyecto
La construcción es algo más antigua que las obras de Gaudí. Su origen es del siglo XIX y, en su momento, su función fue la de residencia. Una vivienda que destaca por su refinada estética neoclásica y su imponente presencia. Hoy, el Palauet Casades es la sede del Ilustre Colegio de la Abogacía de Barcelona.
Antes de ser sede para abogados o espacio para visitar en el 48H Open House de Barcelona, el Palauet Casades fue sólo un proyecto de un burgués catalán. Fue Pau Casades i Espoy, un próspero industrial que, en 1882, solicitó al Ayuntamiento de Barcelona la licencia para construir una vivienda con jardín y huerto en un solar de 3665 metros cuadrados.
Quién lo hizo
Aunque ahora puede parecer algo muy ambicioso, en su día esta zona aún no estaba poblada. Era una amplia extensión que separaba Barcelona de ese poblado que fue Gràcia. Aun así, la elección del emplazamiento no fue casual: el terreno había sido parte de los antiguos Campos Elíseos, el principal espacio de ocio de la ciudad hasta la década de 1870.
El consistorio le concedió la demanda al burgués y se puso manos a la obra. Se puso en contacto con el arquitecto Antoni Serra Pujals, quien diseñó y fue maestro de obras de la época. El palacio se terminó en 1885, erigiéndose como una residencia señorial en un barrio que, poco a poco, iba adquiriendo carácter urbano.
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