El anarquista catalán que revolucionó Argentina: el primer desaparecido de las dictaduras del siglo XX
- Mientras el país recuerda a este albañil de Gironella, en Cataluña pocos saben de su existencia
- Más información: El empresario catalán que creó la marca de ron más conocida del mundo: una historia de luces y sombras
Noticias relacionadas
- Es un homenaje a Gaudí: el edificio del centro de Barcelona que más sorprende a los turistas
- Así es la leyenda desconocida del lago más especial de Cataluña: tiene 250.000 años de antigüedad
- La desconocida fortaleza románica catalana al lado de un pantano: una castillo medieval declarado Bien de Interés Cultural
La historia de España y Argentina está más que conectada. El tópico dice que los que más cruzaron el charco fueron los gallegos, de allí que ese sea el apelativo para referirse a los españoles en tierras patagónicas. Pero hubo más.
Vascos y catalanes también han tenido una fuerte relación con este territorio que en su día fue colonizado y que, posteriormente, ha servido de refugio para españoles que viajaron allí en busca de una vida mejor. Un ejemplo claro es la actriz Margarita Xirgu que, una vez muerto Lorca y exiliada en Argentina, decidió estrenar La Casa de Bernarda Alba en un teatro de Buenos Aires. De hecho, hoy en día existe una sala que lleva el nombre de esta actriz.
Apellidos catalanes en Argentina
Hay muchas más figuras. El apellido Puig, por ejemplo, está asociado al autor de El beso de la mujer araña, Manuel Puig; de la misma manera que el apellido Penina ha quedado para siempre ligado a la ciudad de Rosario. Sí, la capital de Santa Fe ya tuvo una conexión catalana antes de Messi. Pero mucho más trágica.
Uno debe remontarse a principios del siglo XX. Eran los felices años 20, Joaquín Penina, un joven albañil nacido en 1901 en Gironella, ya era militante activo de la CNT y decidió no cumplir con el entonces servicio militar obligatorio. Se convirtió en desertor y eso le supuso muchos problemas.
De Gironella a Rosario
La decisión lo llevó a ser fichado por la policía que inició su persecución para detenerlo y enviarlo al Ejército. No lo consiguieron.
En 1924, el catalán se fue a Argentina y decide hacer vida en la ribera del río Paraná, en la efervescente Rosario. Allí no dudó en seguir defendiendo sus ideales anarquistas.
Militancia anarquista en Argentina
Se alistó a la Federación Obrera Regional Argentina (FORA), organización fundada el mismo año de su nacimiento. Allí compartió militancia con otros catalanes miembros activos de la organización como José Prat, Pellico (Antoni Pellicer i Paraire) y Eduardo Gilimón, así como otros españoles, italianos y oriundos argentinos.
Pacifista declarado y ferviente admirador de Tolstoi, Penina se sentía bien arropado. No dudó en posicionarse políticamente y participar de diferentes acciones por los derechos de los trabajadores y contra la explotación laboral. Del mismo modo, cuando llegó la dictadura de José Félix Benito Uriburu fue de los primeros en sublevarse. Y eso tuvo sus consecuencias.
Los antecedentes del catalán
Penina ya estaba fichado por la policía porque en 1927 durante la campaña internacional por la vida de Sacco y Vanzetti fue detenido por haber distribuido La Protesta, el periódico anarquista afín a la FORA. Por tanto, cuando las tropas de Uriburu se levantaron el 6 de septiembre de 1930 ya estaba en el punto de mira de las fuerzas armadas.
Los datos históricos lo ponen en evidencia. El 9 de septiembre de ese mismo año, tres días después de que el general diese un golpe militar e instaurase la primera de las varias dictaduras militares argentinas del siglo XX, el catalán fue detenido.
Acusaciones
Los militares lo acusaron de imprimir y distribuir un manifiesto contra la dictadura militar recién declarada. Nadie duda de que eso fuera verdad, pero la crudeza de los militares fue implacable.
El mismo día de su detención, Penina fue asesinado por una cuadrilla de militares y policías, a las afueras de Rosario. Con una agravante. Su cuerpo jamás apareció. Pero eso no ha impedido que su nombre pasara a la historia. Él fue el primer anarquista fusilado bajo las órdenes de Uriburu, sí, pero su militancia es recordada.
Detalles de su detención
Penina, de 29 años, fue arrestado junto a dos compañeros, el carpintero italiano Victorio Constantini y el catalán Pablo Porta, en el altillo que alquilaba en Rosario. En su hogar, el anarquista había construido una biblioteca con sus propias manos, donde albergaba literatura libertaria y un mimeógrafo utilizado para imprimir panfletos de la FORA.
La policía los acusó de realizar actividades subversivas. Mientras Porta y Constantini lograron escapar gracias a la complicidad de un comisario, Penina fue brutalmente torturado y llevado a la barranca sur de la ciudad, donde, frente al río, se enfrentó a su destino. Se dice, incluso, que sus últimas palabras antes de ser fusilado fueron "¡Viva la anarquía!".
Las mentiras de la dictadura
El cuerpo de Penina fue enterrado clandestinamente como NN (Non Nominato) en una fosa del cementerio La Piedad, y sus libros fueron quemados por las autoridades. Los militares además fueron a más.
La policía emitió un informe falso afirmando que había sido liberado tras su detención, mientras su familia, a más de 10.000 kilómetros de distancia, nunca pudo reclamar su cuerpo. Años más tarde, el testimonio de Porta permitió que en su pueblo natal se conociera la verdad sobre su trágico destino.
El primer desaparecido
El legado de Penina fue inicialmente silenciado. Es el primer desaparecido de las dictaduras argentinas y eso es algo que en Argentina se recuerda. Por ley. Para que nadie olvide lo que las dictaduras han hecho al país.
Entre el recuerdo y el olvido
En los años ochenta, la comunidad catalana en Rosario colocó una placa conmemorativa en su antigua residencia, aunque que el homenaje desapareció con el tiempo. De todos modos, en 1995, el Concejo Municipal de Rosario renombró una calle en su honor, aunque la memoria colectiva del país sigue siendo esquiva con su historia.
La historia de Joaquín Penina se ha convertido en un mito en Argentina, aunque no tanto en España. En Rosario, su nombre resurge periódicamente en investigaciones y homenajes, mientras que en España figuras como Federica Montseny, destacada líder del anarquismo ibérico y ministra de la Segunda República, fueron los únicos que denunciaron su asesinato en 1931. Más allá de esos años, nadie le recuerda en su país natal.