La noble catalana que salvó al modernismo de la quema y vio destruida su casa de Puig i Cadafalch
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Barcelona no deja de sorprender. Cualquier rincón esconde una historia apasionante. Algunos remontan a la época romana, otros a la medieval y algunos a principios del siglo XX. Hace poco más de 100 años, la ciudad era un hervidero de cultura: el modernismo estaba en su máximo apogeo y por la ciudad pasaban artistas como Picasso, Dalí, Hemingway.
De aquella época se conservan grandes templos modernistas. Y no sólo la Sagrada Familia. El Palau Güell, el Palau de la Música, el Hospital de Sant Pau, la Pedrera… Son innumerables los edificios de esa época que aún se mantienen en pie. En cambio, otros quedaron completamente destruidos. No quedan ni los restos.
De quién es
Una excepción a esta demolición del patrimonio arquitectónico y cultural de la ciudad, todavía se conserva en a la calle Muntaner, una de las arterias más emblemáticas de la zona alta de Barcelona. Muy pocos lo conocen, aunque es cierto que sólo se quedan algunos restos y su procedencia, a veces, parece cuestionada.
Lo cierto es que un discreto vestíbulo alberga un sorprendente tesoro modernista. Se trata de cuatro columnas doradas, con motivos florales y un diseño exquisito, que sobreviven como vestigios de la desaparecida Casa Llorach, una de las joyas arquitectónicas diseñadas por Josep Puig i Cadafalch a principios del siglo XX.
Dónde está
Este pequeño rincón esconde una gran historia, tanto arquitectónica como cultural, que conecta con el esplendor y la decadencia de una Barcelona inquieta y cosmopolita. Tanto como desconocida en la actualidad.
La historia de esta casa se remonta a hace 120 años. Por aquel entonces, Sant Gervasi, todavía era un pueblo independiente donde vivía la clase alta. Allí vivía una de las familias más pudientes de la ciudad, los Llorach, que hicieron fortuna con la medicina.
Cómo era
Tras la muerte del cofundador del Institut Frenopàtic, Pau Llorach, su viuda, Concepció Dolsa encargó una casa al ya famoso arquitecto modernista Puig i Cadafalch. Así, en el número 263 de la calle Muntaner se construyó una enorme casa con jardín exterior protegido por un muro ondulado muy propio del estilo modernista.
Más tarde La Casa Llorach pasó a la hija del matrimonio, Isabel Llorach y se convirtió en un nuevo epicentro cultural. Su propietaria, casada con el creador de las míticas Pastillas del Doctor Andreu, convirtió este espacio en un centro de encuentro cultural y social.
De Picasso a Gardel
Por sus salones desfilaron figuras de renombre como el bailarín ruso Vaslav Nijinsky, el cantante Carlos Gardel, y artistas locales como Picasso y Ramón Casas. Las veladas, los bailes y los encuentros organizados en esta casa no solo marcaban tendencia entre la burguesía catalana, sino que también servían como un puente entre la cultura local y las corrientes internacionales.
Claro que no todo fue tan fácil. El crack del 29 afectó de lleno a esta burguesa catalana, que se vio obligada a vender buena parte de sus inmuebles y otros bienes. Ya el golpe de Estado acabó de estallar todo.
La demolición de la Casa Llorach
Llorach tuvo que deshacerse de esa casa que tantas alegrías le había dado a ella y a la ciudad. En 1934, Isabel Llorach decidió vender el terreno para afrontar sus dificultades financieras, lo que significó la demolición de la vivienda.
En su lugar se erigió un edificio de estilo racionalista, que incluso en la actualidad desentona con sus bloques de viviendas vecinos, de un estilo más neoclásico. A pesar de todo, Llorach se quedó allí. Puso como condición tener un piso allí, donde vivió hasta el final de sus días.
Los restos modernistas
Este no fue el único condicionante que puso. Al parecer, y tal y como evidencian las columnas que todavía lucen en ese edificio, la noble catalana podría haber exigido mantener viva, de alguna manera, la memoria de su antigua casa. Y sucedió.
Hoy, todo aquel que entra o se asoma al número 263 de la calle Muntaner puede observar estas cuatro columnas modernistas, donde antaño estuvo la entrada principal de la Casa Llorach. Eso sí el contraste entre el diseño modernista de las columnas y el estilo racionalista del edificio actual es algo extraño. Aunque en realidad es mucho más.
La lucha de Isabel Llorach
Esta no fue la única victoria ganada de esta noble catalana. A pesar de que cayera en la ruina y se quedara encerrada en su casa, Llorach siguió protegiendo la cultura de la ciudad.
Más allá de su pérdida, la noble catalana fomentó el desarrollo cultural y lo protegió hasta sus últimas consecuencias. Al margen de su casa, ella fue miembro muy activo de la Associació d’amics del carrer Montcada. Desde allí, y junto con los vecinos, salvaron a que muchos otros edificios modernistas de la zona alta se vieran afectados por la especulación inmobiliaria que quiso derruir estas viviendas.
El tesoro de una época
Estos elementos, diseñados por Puig i Cadafalch, recuerdan todavía hoy que el modernismo fue un movimiento transversal y que llegó a casi todas las partes de la ciudad. Pero no sólo eso, esas columnas son también un símbolo que recuerda esa Barcelona de efervescencia cultural, de las reuniones y charlas con pintores, escritores y artistas de todas las disciplinas que vieron en la capital catalana un lugar donde dar rienda suela a su arte.
Por eso, los amantes de la historia consideran que, aunque se desconozca su existencia, la importancia de estas columnas trasciende lo arquitectónico. Son testigos del papel de una de las mujeres catalanas más influyentes. Llorach fue una mujer que, al margen de su clase, veló por la cultura. Su mecenazgo, que incluyó la creación de entidades como el Conferentia Club y la Asociación Wagneriana, ayudó a situar a la ciudad en el mapa cultural internacional. Hoy, el portal de la calle Muntaner 263 guarda el tesoro de esa época.