Cuando uno piensa en la obra de Gaudí, la ciudad que se le viene a la cabeza es Barcelona. Es cierto, buena parte de su obra está en la capital catalana. El Palau Güell, la Sagrada Familia, Bellesguard, la Pedrera o la Casa Batlló, son solo algunos ejemplos de los edificios que allí erigió, pero también tiene otras construcciones fuera de la ciudad condal. Y no, no solo en Cataluña.
Más allá del famoso Capricho de Comillas, en Cantabria o la Casa Botines, de León, el genio modernista realizó un espectacular palacio que parece, directamente, un castillo propio de un cuento de Disney. Y, además, es único porque no se inspira en el modernismo, sino en el estilo neogótico. Se trata del Palacio Episcopal de Astorga (León).
Incendio y contactos en Astorga
Este edificio de estilo con reminiscencias de castillo medieval y palacio señorial, se erige monumental en esta ciudad castellano-leonesa, gracias a este catalán de Reus y a un vecino suyo. La historia de esta construcción es particular.
Todo comienza en 1886, cuando el antiguo edificio episcopal fue destruido por un incendio. El fuego pilló por sorpresa al recién nombrado obispo de la diócesis, Don Juan Bautista Grau y Vallespinós, vecino de Reus y, por tanto, paisano de Gaudí.
Encargo a Gaudí
Conocedor de la obra del arquitecto y con el palacio donde residía destrozado, el cura vio una oportunidad ideal para diseñar el nuevo palacio y ordenar las obras al genio modernista.
En diciembre de 1888, Gaudí viajó a Astorga para estudiar el terreno y la arquitectura local. Su diseño fue aprobado por el Ministerio al año siguiente y la colocación de la primera piedra tuvo lugar el 24 de junio de 1889.
Problemas con la diócesis
Todo iba bien, hasta que en 1893 falleció el obispo Grau. La relación de Gaudí con la Junta Diocesana se deterioró rápidamente, debido a diferencias irreconciliables que llevaron al arquitecto a abandonar el proyecto. Su descontento quedó reflejado en su famosa declaración: “Serán incapaces de acabarlo y de dejarlo interrumpido.”
En 1905, el nuevo obispo, Julián de Diego y Alcolea, intentó sin éxito que Gaudí retomara las obras. Finalmente, el arquitecto Ricardo García-Guereta completó el edificio en 1913, imprimiendo su estilo en la última planta, más austera y funcional que las inferiores.
Diseño de Gaudí
A pesar de todo, el diseño de Gaudí es enteramente visible. Si bien, es de estilo neogótico, la huella del artista se mantiene fiel a sus planos iniciales.
El Palacio Episcopal combina elementos de castillo medieval, templo y palacete, rodeado de un foso que potencia su apariencia defensiva. Construido en granito del Bierzo, el edificio consta de cuatro fachadas, cada una flanqueada por torreones. Las fachadas principal y trasera destacan por sus ventanas apuntadas, evocando la esencia de los templos góticos.
Cómo es el palacio
El acceso principal se realiza a través de un pórtico monumental con arcos abocinados que forman una cúpula de pequeñas piedras. Además, el edificio cuenta con un acceso hacia la catedral mediante un puente de granito que atraviesa el foso, y otra salida desde la fachada noroeste hacia el paseo de la muralla.
El diseño de Gaudí incluye una planta de cruz griega inscrita en un cuadrado. La cubierta a dos aguas, realizada en pizarra, está rodeada por una balaustrada de granito. Originalmente, el genio modernista planeó adornar el edificio con chimeneas y tres ángeles con atributos episcopales, pero estas piezas nunca se integraron al conjunto. Hoy se encuentran en el jardín.
Ya dentro del templo, la genialidad de Antoni Gaudí queda vivamente reflejada, con un diseño que combina funcionalidad, arte y simbolismo. El edificio consta de cuatro plantas, cada una con una personalidad única.
El sótano, un espacio robusto y abierto, estaba pensado para albergar el archivo diocesano y una bodega. Ahora, es el lugar donde se alojo el museo epigráfico y lapidario, en el que se exhiben inscripciones históricas y objetos numismáticos. Aquí destaca especialmente el uso del arco catenario, una innovación estructural típica de Gaudí que proporciona estabilidad y ligereza, así como el uso de materiales rústicos como cerámica tosca y piedra común.
Por la planta baja se accede a un amplio vestíbulo que da paso a un gran hall central, desde el cual se distribuyen las diferentes estancias destinadas al uso administrativo y privado. Las bóvedas del hall están decoradas con cerámica vidriada procedente de Jiménez de Jamúz, cuyas tonalidades y patrones evocan influencias mudéjares. Los nervios de las bóvedas descansan sobre capiteles y mensulones con formas que recuerdan el estilo mozárabe, mientras que las vidrieras, con sus tonos vivos típicos de Gaudí, filtran la luz natural creando un ambiente de serenidad.
La primera planta, el núcleo residencial del obispo, es la más ornamentada de todo el edificio. Aquí se encuentran el Salón del Trono, el Comedor de Gala y la Capilla, junto con las habitaciones privadas del prelado y algunos dormitorios situados en los ángulos del nivel.
Las bóvedas de crucería de esta planta repiten el esquema decorativo de la cerámica vidriada, otorgando continuidad visual con los niveles inferiores. Los capiteles estrellados sostienen estas bóvedas, con una ornamentación que recuerda a la Sainte-Chapelle de París.
La capilla cuenta con vidrieras cistercienses, mientras que el Salón del Trono y el Comedor lucen vidrieras modernistas que dotan a las estancias de un carácter solemne y majestuoso.
Remate final
La planta menos lucida es la segunda planta, añadida por Ricardo García-Guereta tras la salida de Gaudí. Este nivel se asemeja a un desván y está en marcado contraste con la riqueza decorativa de las plantas inferiores. Sin embargo, incorpora elementos funcionales notables, como los dos balcones que actúan como coro para la capilla, ofreciendo una perspectiva única del espacio religioso.
Si bien es cierto que Gaudí no pudo dar su toque final ni terminar el proyecto, la obra mantiene la esencia del arquitecto. El catalán, que prefirió entregarse a la Sagrada Familia tras los problemas con la diócesis, siempre lo vio incompleto de su estilo. El edificio, en cambio, conserva la esencia de su creatividad y habilidad para combinar formas funcionales y estéticas.
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