La relación de Picasso con Cataluña es más que conocida. Más allá del amor que sentía por su Málaga natal y a pesar de haber vivido buena parte de su vida en París, esta autonomía española tuvo un peso importante para él y su obra.
Fue en Cataluña donde el pintor empezó a coquetear con las vanguardias. Sus primeras obras cubistas están relacionadas con su paso por Horta de Sant Joan y Gósol. Estos son los pueblos en los que más estuvo, pero hay otros por los que también pasó y son más desconocidos. Uno de ellos es Bellver de la Cerdanya. Este fue el último pueblo de su periplo antes de cruzar a Francia e irse a París.
El artista fue allí hacia 1906. No iba solo, junto a él iba a su compañera, Fernande Olivier. Bueno, ella y unos animales. La subida fue difícil. No había tren ni medios de transporte que se acercaran a algunos de los municipios que viajó. Por eso, tuvo que recorrer el último tramo del viaje con caballos y una mula para llevar la poca ropa que portaba, el caballete, los pinceles y las pinturas, que nunca le abandonaban.
Ahora hay quien hace ese mismo camino a pie, no es necesario el caballo. Eso sí, se tiene que estar preparado, sobre todo si se hace entre otoño e invierno, donde la nieve puede ser compañera de viaje. Eso sí, vale mucho la pena.
La ruta de Picasso por el Pirineo
La ruta empieza en el monasterio de Sant Llorenç cerca Bagà, y lleva al Coll de los Fangassos por el valle del Saldes. En esa ruta se atraviesan ríos y torrentes, se cruzan puentes de antiguas minas, se vislumbran molinos y se pasa por distintas masías típicas catalanas. E iglesias, claro. Todo hasta llegar a Saldes.
Desde Saldes se parte hasta Gósol por el antiguo camino real de Feners y Espà. Se debe tener en cuenta que, si llueve, el camino puede enfangarse mucho, mientras en tiempo de sequía el componente arcilloso de la tierra hace que todo parezca un desierto. Este paisaje, que combina el rojo del suelo, con las rocas grises del Pedraforca, aseguran que inspiraron las tonalidades del Picasso más famoso.
Pero aquí no acabó su viaje, aunque hay muchos que así lo piensen. Si es verdad que la carretera para ir en coche termina ahí, Picasso iba con sus animales, así que cruzó el Cadí con todas sus telas y las primeras pinturas que hizo en Gósol, enrolladas y resguardadas del clima.
Y fue entonces, cuando cruzó el parque natural que llegó a La Cerdanya. Y alli se detuvo en Bellver, un pueblo que pasa desapercibido para muchos, pero de una belleza insospechada. Claro que tiene un handicap.
El pueblo más frío de Cataluña
Los datos hablan por sí solos. La temperatura media anual alcanza los 9 grados, convirtiendo a Bellver en el pueblo más frío de Cataluña. Pero más allá de eso tiene unos encantos que enamoran.
Su aire medieval y su tamaño reducido son uno de sus principales atractivos. A pesar de que en sus inicios no era más que un castillo con su línea de fortificaciones y torres de mira para defender el Camí Ral, esta localidad ya alcanza los 2.700 habitantes.
Los pastores y los industriales del textil son los que hicieron grandes este municipio fronterizo que se convirtió incluso en epicentro de grandes enfrentamientos. Al ser limítrofe con Francia, el bandolerismo y el acoso de las tropas francesas fueron una tónica más que habitual en toda su historia. La riqueza de sus prados y sus tierras valía una batalla.
Con esta situación el pueblo fue ampliando su recinto amurallado y de todo aquel tiempo quedan sus restos y también el entramado de las calles del casco antiguo, especialmente el Barri de la Plaça. Allí no sólo se encuentra la plaza mayor, sino la iglesia de Sant Jaume, la calle del Medio o Cal Pantaló, lugar donde Bécquer residió por unos días. Jornadas que le fueron suficientes para dejar grabado en sus textos lo que sus ojos impregnaron en su cerebro.
Qué ver en Bellver
Otro punto destacado es la famosa Cruz del Diablo, de cuya leyenda habló el mismísimo Gustavo Adolfo Bécquer. Se encuentra en la Torre de la Prisión, uno de los tantos torreones que rodean la antigua localidad. Allí todavía se pueden ver los orificios usados por la defensa para protegerse de los diferentes ataques recibidos. Aquellos que forman parte de la historia del pueblo, de Cataluña y de la literatura española, gracias al autor de El Miserere.
Por todo ello, y por los encantos de los otros 19 núcleos que integran el municipio (como las iglesias de Sant Julià de Pedra, Santa Maria de Talló y Santa Eugènia de Nerellà), Bellver se ha convertido en mucho más que el pueblo más frío. También es uno de los más bellos. Un pueblo que Picasso abandonó poco después de su paso por La Cerdanya para irse a Puigcerdà y de ahí a Ax, donde cogió el tren para seguir hasta París.
Cómo llegar
Llegar hasta Bellver es más fácil que como lo hizo Picasso. Aunque desde Barcelona se tarda cerca de dos horas y media. La opción más recomendada es tomar la autopista C-16 en dirección norte. Esta ruta pasa por Manresa y Berga y ofrece un trayecto cómodo y bien señalizado. Tras superar Berga, se continúa en la misma carretera hasta el túnel del Cadí y, al salir, se continúa por la C-16 en dirección a Alp. Después de unos kilómetros, se siguen las indicaciones que señalan el desvío hacia Bellver de la Cerdanya.
Otra alternativa es viajar por la carretera C-17 en dirección a Vic y Ripoll, y luego continuar por la N-260 hacia Puigcerdà. Desde Puigcerdà, se sigue la misma N-260 hasta llegar a Bellver de la Cerdanya. Esta ruta es bastante más larga.