Ahora que el mundo se fija en la hazaña de Manolo Vital, a raíz de la película El 47, vale la pena recordar que, en la historia de Barcelona, hubo mucho más héroes sin capa. Personas que querían el barrio donde crecieron o vivieron durante muchos años y que hicieron todo por mejorarlo.

Esto es lo que sucedió con Carles Soler i Torres, un bombero de Barcelona, vecino de Montbau, que, cuando se jubiló, creo una pequeña obra de arte. Se trata de unos jardines cuya formación y composición recuerda mucho al Park Güell un referente no confeso, pero con el que guarda muchas similitudes.

Dónde está

Este rincón se encuentra en el barrio de Montbau, a los pies de la montaña de Collserola, al lado de la Vall d’Hebron. Las características de esta zona van mucho más allá de la típica planificación urbanística. Destaca por su arquitectura singular, por la distribución armoniosa de sus plazas y zonas verdes, y por tesoros como la fuente de Can Barret, la última fuente que permanece en la superficie en esta parte de la sierra de Collserola. Pero esa es otra historia.

Como pasó con Torre Baró y sus vecinos, Montbau es conocido por su espíritu reivindicativo, por ser hogar de vecinos comprometidos y, sobre todo, por albergar una joya arquitectónica única: el Capricho de Montbau, esta pequeña joya, este gran jardín público diseñado por su vecino Carles Torres.

Arte de jubilado

Este vecino del barrio, tras jubilarse como bombero en 1993, decidió dedicar su tiempo a la creación de un conjunto escultórico muy particular. Situada en el último tramo de la calle Vayreda, cerca del carrer Poesia, la obra se desarrolló poco a poco, en los ratos que le iba bien a su creador y cuando tenía el material necesario para trabajar.

Soler tenía todo el tiempo del mundo y no le importó trabajar más de una década para terminar su creación, una creación que todo el mundo compara con el Park Güell. Soler, aunque admiraba a Antoni Gaudí, siempre sostuvo que su creación no se inspiró en el célebre arquitecto modernista, sino que fue fruto de su propia visión y creatividad. Además, las comparaciones son odiosas, obviamente este bombero nunca tuvo estudios de arquitectura ni llegó a tener la imaginación del genio del modernismo. Pero sin duda, tenía su estilo.

Cómo se hizo

Los Jardines de Carles Torres, como también se conoce a este lugar, no sigue un patrón geométrico rígido, sino que juega con las curvas y formas del terreno natural en el que se asienta, al inicio de la montaña de Collserola. Igual que hacían los modernistas.

Utilizando piedras y minerales recolectados de diferentes partes de España, como Teruel, Alicante, Huesca, Mallorca y las Islas Canarias, además de materiales reciclados que recuperaba, Soler creó un espacio arquitectónico en miniatura lleno de detalles. La obra, con sus columnas, torretas y porches, logra una armonía sorprendente, integrándose perfectamente con el entorno natural y emocionando a quienes la contemplan.

Un símbolo de Montbau

Cada elemento del conjunto fue colocado con cuidado y paciencia. Soler se aseguró de que todo encajara a la perfección, creando una obra que no solo es agradable a la vista, sino que también establece una conexión emocional con el espectador. Uno de los objetivos del autor era precisamente que el resultado fuera visualmente placentero, algo que sin duda logró. 

Los colores y formas de las piedras, combinados con el entorno, crean una interacción que invita al observador a sentirse parte de la obra. Y sus vecinos sienten que todo encaja en la armonía del barrio y su entorno.

Una obra por amor al barrio

Este jardín, esta obra, se ha convertido por méritos propios en un emblema social y local. A pesar de todo, Soler nunca buscó reconocimiento económico. Costeó de su propio bolsillo la recolección y transporte de los materiales. Lo hizo por amor a su barrio.

En una muestra de su desinterés por el dinero, Soler rechazó una donación de una vecina que admiraba su trabajo, asegurando que el respeto de la gente hacia su obra era suficiente recompensa.

Intervención del Ayuntamiento

Sólo en una única ocasión solicitó ayuda al Ayuntamiento, que atendió sus demandas, ya con Pasqual Maragall como alcalde de Barcelona y conocedor de lo sucedido en Torre Baró con el bus 47, de la que fue testigo directo. El consistorio proporcionó tres metros cúbicos de tierra abonada para su proyecto. 

Años más tarde, el Ayuntamiento reconoció el esfuerzo de Carles Soler con una placa conmemorativa que aún se encuentra en el barrio. Y es que además de los Jardinets, este bombero retirado hizo otra obra que puede verse en otro rincón de Montbau, en el club de petanca, donde dejó su huella con su estilo inconfundible.

Últimas restauraciones

La preservación del Capricho de Montbau no ha pasado desapercibida y se conserva como lo que es, una joya de gran valor social y artístico. El Ayuntamiento de Barcelona lo cuida y en 2011 realizó una primera restauración para reparar algunas partes dañadas y añadir plantas que embellecieran aún más el conjunto. 

En 2020, se llevó a cabo una nueva intervención para consolidar los muros de piedra, reparar esculturas y mejorar las jardineras. También se protegió el terreno con mallas metálicas para evitar desprendimientos, que en el futuro quedarán cubiertas por hiedra, garantizando la conservación de este espacio. En cualquier caso, los Jardinets de Carles Soler no solo son un testimonio de la creatividad y dedicación de un vecino, sino también un ejemplo de cómo el compromiso de los vecinos y su amor pueden convertirse en arte urbano, en creación. Una obra que puede integrarse en la vida cotidiana de un barrio, convirtiéndose en un símbolo de identidad y orgullo colectivo.

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