Cataluña, como pasa con otras tantas partes de España y del mundo, pierde personalidad. Sus calles tratan de mantener viva la historia, los comercios, en cambio, deslucen una tradición en favor del consumismo y el atractivo turístico y comercial.
Los establecimientos centenarios que han cerrado en los últimos años se cuentan por decenas. El alto precio de los alquileres y la crisis que supuso la pandemia del Covid-19 todavía se sienten y tiendas y restaurantes cierran las puertas para alojar a ciertos comercios para extranjeros o de consumo rápido.
Más de un siglo de historia
Buena prueba de todo ello es lo que ha pasado con el centenario Can Soteras. Este restaurante ubicado en la emblemática esquina del paseo de Sant Joan con la Diagonal, que durante más de 100 años fue testigo de la historia local, se vio obligado a bajar la persiana por última vez en junio de 2020.
La pandemia y los cada vez más elevados precios del alquiler acabaron con este local que fue lugar de celebración y banquetes de bodas, bautizos y comuniones. Desde entonces, permanece cerrado.
Convertido en un McDonald's
Si la noticia en su día ya fue triste, las últimas informaciones que apuntan que será reemplazado por un establecimiento de comida rápida, borrando así gran parte de su legado, han despertado la frustración y malestar de los amantes de la tradición y el buen comer.
La personalidad de la ciudad de Barcelona vuelve a perder puntos a favor de la macdonalización del mundo y esta vez, de forma literal. A pesar de que todavía no se ha hecho oficial, todo apunta a que Can Soteras ha desaparecido para convertirse en un McDonald's.
Del pago con lentejas a servir hamburguesas
Sí, el restaurante que abrió sus puertas en 1915, mucho antes de que el edificio actual se construyera en 1931. Aquel lugar estratégico donde los llamados traginers, los que llevaban las mercancías, se reunían para disfrutar de una buena comida a principios del siglo XX, va a ser invadido por los amantes de las hamburguesas y patatas frías de este gigante estadounidense del fast food. El del payaso.
Cuesta pensar que esta macroempresa pueda conservar algo de la esencia del antiguo restaurante. Cabe recordar que su fundador, Jaume Soteras, aceptaba hortalizas y legumbres como forma de pago durante sus primeros años. Algo que aún recuerdan algunos de sus antiguos clientes frecuentes.
Una derrota llena de golpes
Si ya fue dolorosa la pérdida de este mítico lugar, descubrir que ahora va a ser un negocio más, duele en el alma a los que conocían la historia del antiguo local. Can Soteras llegó a ser toda una institución barcelonesa, consolidándose con el tiempo en uno de los lugares favoritos para reuniones familiares y celebraciones, mientras que su fama por los caracoles atraía a los más comensales.
Nada de eso queda y parece que tampoco se va a conservar ni traspasar al nuevo local. Los golpes no vienen solos, dicen y esta es una nueva prueba. Durante la Guerra Civil, el restaurante jugó un papel crucial en la protección de una de las propietarias del edificio, a quien Jaume Soteras escondió en el montacargas para salvarla de las represalias de las turbas. Décadas después, en un giro irónico, los herederos de aquella familia fueron quienes expulsaron al negocio, incapaz de asumir el aumento del alquiler, marcado por las leyes de arrendamientos urbanos. Y ahora esto.
¿Y ahora qué?
Lamentablemente, lo de Can Soteras no es una excepción. Un caso claro es la presencia de otro de estos establecimientos de comida rápida en los bajos de un edificio modernista de Paseo de Gracia.
Poco a poco, la tendencia de las ciudades a perder su singularidad y parecerse cada vez más entre sí, es más habitual. Y Barcelona no deja de ser golpeada por este fenómeno.