La historia ha dejado muchos imperios para el recuerdo (para bien y para mal). Uno de los que más ha calado, por su proximidad, es el romano. Sus cientos de años de dominio de lo que ahora es casi todo el territorio europeo.
El imperio romano fue el más temido: derrotó a los griegos, a los galos, llegó hasta Britannia y sí, también a la Península Ibérica. No es que no estuviera poblada. Las pruebas son las ruinas y las pruebas de que existían otras comunidadesllamadas íberas que ya habitaron estos lares. La mayoría fueron derrotados, pero hay un pueblo que resistió hasta humillarlos.
El origen de la batalla
Todo empezó entre los años 77 y 76 a.C., cuando Quinto Sertorio, un pretor romano rebelde de origen sabino, se levantó en Hispania contra las fuerzas optimates del dictador Lucio Cornelio Sila. En un intento de sofocar esta rebelión, Pompeyo, conocido entonces como "el carnicero adolescente", cruzó los Pirineos con tres legiones para enfrentarse a Sertorio. Sin embargo, el intento de Pompeyo por atrapar al rebelde resultó en una humillante derrota que dejó una profunda huella en la historia.
En inferioridad numérica, Sertorio se lanzó sobre la ciudad íbera de Lauro. Pompeyo, engañado, marchó a defender a sus aliados, pero cayó en una trampa. En una emboscada, perdió 10.000 hombres, una legión entera, mientras sus tropas estaban dispersas, cargando suministros. Al intentar socorrerlos, las otras dos legiones de Pompeyo fueron atacadas por la retaguardia, obligando al joven general a retirarse. Para meter todavía más el dedo en la llaga, Sertorio ordenó saquear y quemar Lauro, enviando un mensaje claro: Pompeyo no podía proteger a sus aliados en Hispania.
Cómo es esa ciudad
La ciudad de Lauro, famosa por sus monedas con la imagen de un joven y un caballo, se desvaneció en los textos clásicos, rodeada de contradicciones. Sin embargo, estudios arqueológicos recientes sugieren que Lauro podría corresponderse con las ruinas del yacimiento catalán de Puig del Castell, en Cànoves i Samalús (Barcelona).
Descubierto en la década de 1950, el oppidum de Puig del Castell se sitúa en una colina de 630 metros que domina la comarca de Vallés. El grueso de las monedas acuñadas en Lauro se encontraron en un radio de 30 kilómetros del yacimiento, reforzando la hipótesis de su ubicación.
El poblado de la resistencia
Fundada en el siglo IV a.C. por los íberos layetanos, Lauro prosperó gracias a la agricultura y el comercio de vino con romanos, cartagineses y griegos. En el siglo II a.C., la ciudad se fortificó con murallas y torres, y se situó bajo la influencia romana. A pesar de esto, Lauro conservó una fuerte identidad íbera, evidenciada por hallazgos como una tessera lusoria, un hueso inscrito utilizado en juegos itálicos.
Durante las guerras sertorianas, Lauro quedó atrapada en el conflicto entre Sertorio y Pompeyo. La hipótesis del profesor Noguera Guillén sugiere que la ciudad se encontraba al norte del Ebro, no al sur, lo que explicaría por qué Lauro apoyó a Pompeyo. Sertorio, tras su victoria, incendió la ciudad como un acto ejemplarizante, pero no logró una destrucción sistemática.
Legado desconocido
Después de la derrota de Pompeyo, Sertorio continuó su lucha, pero finalmente fue asesinado por sus propios hombres en el año 72 a.C. Los refugiados de Lauro probablemente fueron recompensados por Pompeyo, reocupando temporalmente las ruinas de su ciudad. Sin embargo, Lauro nunca volvió a emitir monedas y sus habitantes se trasladaron a un nuevo asentamiento, posiblemente el actual pueblo de Llerona, cuyo nombre podría derivar de Lauro.
La resistencia de Lauro es un testimonio de la tenacidad y valentía de los pueblos íberos frente a la poderosa maquinaria militar romana. La historia de su lucha y su posible conexión con Puig del Castell arrojan luz sobre un capítulo fascinante y aún en gran parte desconocido de la historia de Cataluña.