La idea que uno tiene enseguida cuando piensa en El Quijote es la imagen del ingenioso hidalgo luchando contra los molinos. O los gigantes, como el pensaba. En el libro de Cervantes esa escena sucede en La Mancha, en Cataluña podría darse en Xerta.
Esta pequeña localidad del valle del Ebro, testigo de dos de las guerras más sangrientas de este país, esconde en sus alrededores no sólo molinos, sino varias trincheras de esas crudas y dolorosas batallas.
Un pueblo poco turístico
Las conocidas vías verdes que recorren Cataluña de arriba abajo llevan a todos estos puntos. Incluso pueden llevar a L’Horta de Sant Joan, el pueblo que enamoró a Pablo Picasso. Pero vamos paso a paso.
El municipio de Xerta (Tarragona) tiene encanto por sí mismo. Su tamaño reducido, sus poco más de 1.000 habitantes y el estar apartado de las zonas más turísticas, hacen que la paz reine en el municipio.
Tierras de la burguesía catalana
Sus calles conservan el pasado de la localidad. Varias casas señoriales de los siglos XVIII y XIX recuerdan los mejores tiempos de la burguesía catalana, que tenían allí sus huertas que trabajaban otros para hacerles ricos.
Entre los edificios más destacados de Xerta se encuentran Casa Pau, Casa Ravanals, Casa Ceremines o Casa Navarro. La importancia de estos apellidos ha hecho que estén casi intactas, como si el tiempo no hubiera pasado. Pero lo ha hecho.
Qué ver en Xerta
Otras construcciones que recuerdan los mejores tiempos de Xerta son la iglesia de la Asunción de la Virgen en cuyo interior se puede ver un retablo en el que cuatro perros marcan los puntos cardinales. Pero no es la única curiosidad, en el exterior hay un curioso instrumento que recuerdan las duras inundaciones que ha sufrido el pueblo. Para terminar, hablar de la capilla adosada y sobre todo, la torre del campanario cuyos arcos neorrománicos y sus pararrayos fascinan a los visitantes.
Por último, y antes de emprender la ruta que enamoraría al Quijote, la antigua estación de tren también merece una visita, desde allí uno puede emprender su camino por las vías verdes que siguen las antiguas líneas de tren. Claro que un paseo por la plaza Mayor es indispensable. Allí, uno puede coger fuerzas en alguno de sus bares para enfrentarse a los molinos. ¿O gigantes?
A la busca de los gigantes
Situados al noroeste del casco urbano de Xerta, estas construcciones recuerdan, en tiempos de sequía, la importancia del agua en el territorio. En el pasado, los habitantes del municipio, decidieron aprovechar el agua que corrían desde las Fuentes de Paüls para poder producir harina e incluso regaliz.
Construidos entre los siglos XVII y XIX, estos tres molinos son un gran atractivo para los amantes de la historia y el senderismo. A ellos se puede llegar en coche, pero llegar a pie, bicicleta o caballo, hace que el impacto de estas construcciones sea más espectacular. La experiencia de dejarse sorprender como el Quijote merece la pena.
Tres molinos especiales
Dispuestos en forma de L sus nombres no esconden mucho misterio, el de arriba, el del medio y el de abajo. Este último es el más grande de todos y también el más nuevo. Destaca un arco con dovelas de piedra, la vuelta gótica de su interior y la portalada del mismo estilo que da la bienvenida al visitante.
El de arriba es el molino más particular y viejo. En una de las vigas de madera de su interior se lee el año 1600. Es de planta cuadrada, aunque sus pisos superiores son más rectangulares. Por último, el del medio evidencia que el tiempo no pasa en balde. Algunas de sus paredes laterales aparecen tumbadas y el resto de la construcción está en mal estado. Aun así, la visita merece mucho la pena.
Del Quijote a las trincheras
Si uno es más Sancho que Quijote y no cree en gigantes, sino en la realidad más cruda, tiene la opción de ir en dirección contraria a los molinos. En el suroeste del municipio se encuentran las Trincheras del Barranc dels Fornets. Un lugar que recuerda el pasado más doloroso del país.
A pesar de Xerta fue escenario de la guerra de Separación, durante la guerra de la Independencia, el dolor más reciente viene de la Batalla del Ebro. La Guerra Civil se ensañó y encrudeció en esta zona de España dejando un reguero de sangre y muerte que a día de hoy sigue enterrado, como si no hubiera pasado.
Pasado asfixiante
En Xerta es inevitable ignorar los dolores y horrores de la guerra. A través de un sendero que recorre su entorne se puede llegar a las trincheras. Allí se puede ver un sistema cerrado de fortificación que rodea una pequeña colina. Una construcción improvisada por los soldados republicanos controlar y defender el pueblo y el camino que va del Ebro a los municipios cercanos.
Un corredor de cuatro metros de largo y menos de un metro de ancho prueban las condiciones en las que tenían que estar los combatientes de la Guerra Civil. Escondidos en profundidades que van entre los 60 centímetros y el metro y medio de altura, tenían que resguardarse y defenderse en un espacio de 0,65 metros de ancho.
Cómo llegar
Todas estas sensaciones, e incluso un paseo por las viejas líneas ferroviarias de la zona siguiendo las indicaciones de las vías verdes, se pueden vivir si uno se acerca a este pequeño del Baix Ebre. A menos de dos horas y media de Barcelona, la ruta no defrauda.
Desde la ciudad condal se debe ir por la AP-7 y tomar la salida hacia Tortosa, ciudad que se pasa de largo mientras se sigue por la C-12 en dirección a Xerta. No hay pérdida.