Una joven con acné, una enfermedad muy común en la adolescencia

Una joven con acné, una enfermedad muy común en la adolescencia FREEPIK

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Así se borran las marcas del acné: los tratamientos que sí funcionan

Aunque considerado un problema adolescente pasajero, sus secuelas pueden dejar una huella profunda tanto en la piel como en la autoestima

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El acné, esa enfermedad inflamatoria tan común como silenciosamente devastadora, afecta a casi el 80 % de la población entre los 11 y los 30 años. Aunque en muchos casos se esfuma sin consecuencias, hay veces en que su legado persiste en forma de cicatrices que modifican la superficie de la piel y dejan una huella emocional difícil de borrar.

Estas marcas no surgen de la nada: son el resultado de un proceso interno en el que el colágeno se degrada, la dermis se atrofia y aparece una fibrosis que transforma el aspecto del rostro. Cuando estas cicatrices se instalan en la cara, su impacto no es solo estético: pueden afectar de forma profunda la autoestima, convirtiéndose en una preocupación crónica.

Tipos de cicatrices y diagnóstico personalizado

No todas las cicatrices son iguales. Algunas se presentan como orificios profundos y estrechos, otras como depresiones de bordes suaves o marcas anchas con contornos bien definidos. Según su morfología, se clasifican en tres tipos principales: icepick, rolling y boxcar. Cada una requiere una estrategia específica, y del ojo clínico del dermatólogo, que debe tener en cuenta no solo la forma y distribución de las marcas, sino también el fototipo de piel, la presencia de acné activo y las expectativas de cada paciente.

“El objetivo no es borrar por completo las marcas, sino mejorar visiblemente la calidad de la piel”, aclara el doctor Josep González Castro, jefe del Servicio de Dermatología del Hospital Universitari Dexeus. La clave está en el enfoque individualizado: cada rostro cuenta una historia distinta, y cada cicatriz necesita una respuesta adaptada a su naturaleza.

Tecnologías al servicio de la piel

Los tratamientos actuales combinan ciencia y precisión para atacar el problema desde diferentes ángulos. El láser fraccionado ablativo (CO₂) actúa sobre las capas más externas, promoviendo la renovación celular y la formación de nuevo colágeno. Es especialmente útil en cicatrices profundas como las tipo boxcar. Por su parte, el láser fraccionado no ablativo (1550 nm) penetra en capas más profundas sin dañar la superficie, facilitando una recuperación más rápida y eficaz en pieles sensibles.

Otro recurso habitual son los peelings químicos, que gracias a su acción exfoliante permiten alisar la textura cutánea y aclarar manchas superficiales. “Dependiendo del tipo de piel, se pueden ajustar en intensidad para alcanzar capas más profundas o mantener una exfoliación más sutil”, señala el doctor González Castro. Y cuando la piel presenta zonas hundidas, los rellenadores dérmicos ayudan a recuperar volumen y suavizar el relieve, aunque su efecto es temporal.

Cirugía mínima, resultados visibles

Para aquellas cicatrices que desafían todos los tratamientos —muy profundas, bien delimitadas—, existe la posibilidad de recurrir a la microcirugía con punch. “Bajo anestesia local, se extrae la marca como si se tratara de una pequeña imperfección tallada. Es una solución quirúrgica precisa que, bien indicada, puede ofrecer resultados notables”, explica el dermatólogo.

Pero, como en casi todos los aspectos de la salud, la mejor estrategia es la prevención. Tratar el acné de forma temprana, evitar manipular las lesiones, proteger la piel del sol y buscar ayuda profesional ante casos persistentes son gestos sencillos que pueden evitar marcas imborrables.