El consumo de tabaco sigue siendo una de las principales amenazas para la salud pública a nivel mundial. Fumar no sólo afecta los pulmones, sino que tiene un impacto devastador en todo el organismo.
Al inhalar el humo del tabaco, una persona introduce en su cuerpo más de 7.000 sustancias químicas, muchas de las cuales son tóxicas y al menos 70 de ellas están directamente relacionadas con el desarrollo de cáncer.
Un hábito de alto riesgo
El hábito de fumar incrementa significativamente el riesgo de padecer enfermedades graves, entre las que destaca la Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC), la dolencia más prevalente entre los fumadores.
Además, el tabaco es la principal causa de cáncer de pulmón, una de las formas de cáncer más mortales en todo el mundo. Sin embargo, no es el único riesgo asociado al tabaco. “El tabaco es un factor de riesgo para varios otros tipos de cáncer”, explica el doctor Erik Odreman, Jefe del Servicio de Neumología del Hospital Universitari Sagrat Cor (HUSC).
“Fumar está directamente relacionado con cánceres de la boca, garganta, laringe y esófago, donde el humo tiene contacto directo con los tejidos. Pero hay más: también incrementa significativamente el riesgo de desarrollar cáncer de vejiga, páncreas, riñón e hígado”, añade el especialista.
La lista no termina ahí. Estudios recientes también evidencian una asociación entre el tabaquismo y el cáncer de cuello uterino en mujeres, así como con el cáncer de estómago. La amplitud de los efectos nocivos del tabaco es alarmante, subrayando la necesidad urgente de reducir el consumo de este producto.
La adicción al tabaco: ¿Por qué es tan difícil dejarlo?
La adicción al tabaco es un fenómeno complejo, impulsado principalmente por la nicotina, una sustancia altamente adictiva. “Al fumar, la nicotina se absorbe rápidamente a través de los pulmones y llega al cerebro, donde libera neurotransmisores que generan sensaciones placenteras. Uno de los más relevantes es la dopamina, conocida como la ‘hormona del placer’, que produce bienestar y euforia, reforzando el ciclo de dependencia”, concreta el doctor.
No obstante, la adicción al tabaco no es sólo química. Existe también una fuerte dependencia psicológica y social. Muchas personas recurren al tabaco como un mecanismo para gestionar el estrés, la ansiedad o la depresión. Además, socialmente, el acto de fumar está integrado en ciertos grupos o actividades, lo cual dificulta aún más el proceso de dejarlo.
Recomendaciones para dejar de fumar
Dejar de fumar es una de las decisiones más importantes para mejorar la salud. Aunque puede ser un desafío, existen múltiples estrategias que pueden facilitar este proceso. Lo primero es establecer una fecha específica para dejar de fumar y comprometerse con ella. Este compromiso es crucial para preparar la mente y mantenerse enfocado.
Buscar apoyo profesional puede marcar una gran diferencia. Los médicos pueden proporcionar terapias de reemplazo de nicotina, como parches, chicles o pastillas, que ayudan a mitigar los antojos y los síntomas de abstinencia. Además, hay medicamentos que pueden aumentar las probabilidades de éxito al reducir los deseos de fumar y mejorar el estado de ánimo.
La terapia conductual y los grupos de apoyo también son recursos valiosos para aquellos que buscan dejar el tabaco. “Estas opciones brindan herramientas para gestionar el estrés y encontrar nuevas formas de relajarse sin fumar. Comunicar la decisión de dejar de fumar a familiares y amigos puede proporcionar un sistema de apoyo adicional”, aconseja el neumólogo del HUSC.
Finalmente, evitar situaciones que inciten a fumar, especialmente en las primeras semanas, es clave para el éxito. Cambiar rutinas y crear nuevos hábitos puede ser una estrategia efectiva para superar los impulsos. Cada día sin fumar es un paso hacia una vida más saludable y prolongada, y una oportunidad para liberarse del impacto dañino del tabaco.