Imagen de archivo de Lluís Llach
Convocó una "marcha sobre Montserrat" y no consiguió reunir ni a 200 personas. Aun así, Lluís Llach, presidente de la ANC, ha exigido la dimisión de la consellera de Interior, Núria Parlon, por el despliegue policial de los Mossos d’Esquadra durante la reciente visita de los Reyes al monasterio.
La protesta, planteada como un acto simbólico de resistencia, acabó siendo un retrato generacional: mayoría de jubilados, banderas ajadas y poca épica. A falta de músculo en la calle, Llach ha buscado el foco en el Parlament, donde se reunió con Junts, ERC y la CUP para pedir una reprobación de Parlon. Según él, la acogida fue “sin escándalo”.
El independentismo quiso convertir la visita del Rey en una provocación, y Carles Puigdemont no tardó en señalarla como parte del plan para “españolizar el país”. Lo cierto es que el Rey, desde el púlpito, lanzó un mensaje de convivencia y pidió “renunciar a los discursos totalitarios”.
Mientras Llach hablaba de un “repunte humilde” del entusiasmo independentista desde que Salvador Illa es president, la realidad es otra: movilización mínima, interés en caída libre y un movimiento que no levanta cabeza desde hace años.