Núria de Gispert, expresidenta del Parlament de Cataluña

Núria de Gispert, expresidenta del Parlament de Cataluña

Examen a los protagonistas

Núria de Gispert

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La yaya rencorosa

Lo de Núria de Gispert (Barcelona, 1949) con la pobre Inés Arrimadas se parece mucho a una manía persecutoria, si es que no lo es ya. Cuando Arrimadas estaba en activo, la señora Gispert guardaba toda su mala baba, que es mucha, para dedicarle insultos de todo tipo (extensibles, claro está, al resto de los diputados de Ciudadanos). Había una obsesión recurrente, que consistía en sugerirle de la peor manera posible a su némesis que se volviera a su pueblo, Jerez de la Frontera (lo que ésta, por cierto, ha acabado haciendo tras el suicidio de su partido).

Se trataba de unos textos y tuits de yaya regañona y con mala uva. Por no hablar del racismo implícito que se desprendía de ellos. La señora Gispert iba muy sobrada y detectaba a kilómetros de distancia a los enemigos de Cataluña. No en vano presidió el Parlamento catalán entre 2010 y 2015. Sí, hablaba un catalán penoso, pero hay que tener en cuenta que se trataba de un idioma que tuvo que aprender para ser más patriota, ya que antes de su epifanía independentista solía usar el castellano para comunicarse con su familia y sus amistades. Como todos los conversos (véase el caso del abogado Jaume Alonso Cuevillas, antes Jaime, cuando iba a la facultad con una pulserita de bandera española y frecuentaba a la banda de la porra), nuestra Núria es una fanática y una boquirrota.

Cuando se metía en Twitter, ardía el mundo (o, por lo menos, el suyo). Y fue gracias a uno de esos tuits (primero soltaba la burrada de turno, luego pedía disculpas y reconocía que se había dejado llevar por el amor a la patria) como se le acabó el chollo de la presidencia del Parlament y tuvo que presentar su dimisión, que le fue aceptada (no sé si tuvo que devolver la Creu de Sant Jordi, pero confío en que esa tragedia no llegara a representarse). Eso sí, en 2016 ya estaba presidiendo la cofradía de exdiputados, uno de esos chiringuitos que nadie sabe muy bien para qué sirven, aunque algo sacará la señora De Gispert, que en sus años en activo ya se quejó públicamente de lo poco que cobraban los diputados del Parlamento regional (los mejor pagados de España, si no ando errado).

Funcionaria de la Generalitat desde 1980, militante de Unió Democrática hasta que vio que el partido no avanzaba en la dirección adecuada, su amor por Cataluña la ha llevado a seguir ejerciendo de patriota radical hasta en la jubilación. De ahí que haya publicado una carta abierta a Inés Arrimadas (también jubilada, pero solo de la política) para comunicarle su alegría por haberla perdido definitivamente de vista, algo que, según ella, debería haber sucedido mucho antes.

La yaya rencorosa muerde y no suelta. Ni ella ni Arrimadas pintan ya nada en la política catalana, pero el rencor, el odio y el racismo se mantienen tan frescos como el primer día. Qué asco de mujer, Dios mío.