
Imagen de archivo de Isabel Preysler
Si los profesionales del progresismo y los fans de Puigdemont han resaltado en los obituarios de Vargas Llosa su supuesto derechismo y su presunto odio a Cataluña, la prensa del corazón, aunque ha cubierto el tema por encima y de manera aproximada, no han podido dejar de incluir entre los méritos del difunto su relación con Isabel Preysler, atractivo parásito filipino que solo compartió unos pocos años de vida con el autor de Conversación en la catedral, años que, me temo, éste acabó considerando un error de apreciación, propio tal de vez de su edad avanzada.
Isabel Preysler es, sin duda alguna, un personaje singular. Se ha hecho famosa sin haber dado jamás un palo al agua ni haber destacado en ninguna actividad, más allá de la de geisha.
De sus cuatro relaciones más conocidas, podríamos decir que ya se ha cargado a tres de sus novios y/o maridos: el marqués de Griñón, Miguel Boyer y Mario Vargas Llosa. Julio: calienta que sales. Sí, ya sé que la pobre no ha matado a nadie, pero es indudable que su alergia a la tumba es muy superior a la de casi todos los hombres con los que ha estado.
También es verdad que se ha doblado mucho menos que ellos, obligados a una superior actividad mental, ya fuese para conservar su fortuna, destacar en el conocimiento de la economía o fabricarse una notable carrera literaria.
Algo debe tener la buena señora, eso sí, para haber conseguido ligarse a hombres tan distintos: un cantante romántico, un aristócrata, un economista de izquierdas, un escritor… Alguien me comentó que sí, que Isabel no sabía hacer la o con un canuto, pero que tenía una habilidad especial para lograr que el novio de turno se sintiera en la gloria (y no me refiero exclusivamente a la táctica del carrete, que también), que se considerara el hombre mejor tratado del mundo.
Suena muy creíble. Dado que a la señora Preysler no se le conoce ninguna capacidad creativa o artística, puede que haya dedicado todos sus esfuerzos al ámbito doméstico. En cualquier caso, ha conseguido vivir sin dar golpe durante toda su vida, lo cual tiene un mérito indudable, ya que la mayoría de los seres humanos no lo hemos logrado jamás.
¿Puede considerarse trabajar la promoción de Porcelanosa o de Ferrero Rocher? En ambos asuntos ejercía de florero que habla (no se le entendía mucho, pero hablar, hablaba, aunque sin exagerar).
Y tal vez ha sido esa su función en la vida: ser un bello, agradable, complaciente y simpático florero. No tengo nada en contra, que conste. Incluso me fascina su capacidad para ir empalmando maridos y novios ricos (nunca ha sido vista en compañía de un pelacañas). Pero eso no le quita su condición parasitaria. Eso sí, Isabel es, probablemente, el parásito más hermoso, dulce y encantador de este mundo cruel.