
Dani Alves, con su abogada, Inés Guardiola
El caso Bretón no es el único ejemplo reciente de discrepancia social en España. La absolución del futbolista Dani Alves de un delito de violación también ha dividido a mis conciudadanos entre partidarios de Alves, supuesta víctima de un feminismo demencial, y de su presunta víctima, que sus fans presentan como una inocente colegiala abusada por una bestia parda y machista convencida de que con su fama y su fortuna no tenía nada que temer de la justicia.
Personalmente, me siento incapaz de tomar partido por el uno o por la otra. Ambos me parecen dos seres humanos de una calidad discutible. Alves es, evidentemente, un sujeto primario que piensa con la polla, pero la inocente muchacha no me lo parece tanto: si lo fuera, no habría estado tonteando por las inmediaciones de la bestia parda ni se habría expuesto a pagar las consecuencias.
Hace unos años, Chrissie Hynde, líder del grupo de rock británico The Pretenders, dijo que había sufrido una violación de jovencita, pero que se la había buscado por juntarse con malotes. El feminismo a lo Irene Montero la puso verde por, según él, culpabilizarse de algo que correspondía a los gañanes que hicieron lo que quisieron con ella. Y hasta cierto punto, ese feminismo obtuso tenía razón. Sí, la culpa no fue de la pobre Chrissie, sino de los animales que la emprendieron con ella. Pero al mismo tiempo, algo hizo la señorita Hynde, y así lo reconocía, por ponerse en peligro con una gentuza que le resultaba atractiva a una prudente distancia.
La actitud de la cantante de los Pretenders no era de sumisión al machismo. Sabía que los culpables de la agresión eran los animales que la pusieron en práctica. Pero también reconocía que ella hizo algo mal, algo muy imprudente, al codearse con ellos. Toda prudencia es poca, chicas: ése era, para mí, el mensaje de la autora de Back on the chaingang.
Lo de Dani Alves y la admiradora de futbolistas me parece un caso muy parecido. El culpable, ciertamente, es el señor Alves (con perdón por lo de señor), pero la víctima pecó de imprudencia garrafal al quedar a su merced de esa manera. Los jueces (tres de ellos mujeres y progresistas) han encontrado poco fiables las declaraciones de la chica (también lo eran las de Alves, que cambió de versión no sé cuantas veces). Cuando se produjo la agresión, a mí también me resultaban tan poco creíbles las explicaciones del futbolista como las de la fan del balompié. Y ahora me pasmo de que todos mis conciudadanos lo tengan todo tan claro, como en lo del libro de Luisgé Martín.
Dado que me fío tan poco de Alves como de su víctima, prefiero respetar la decisión judicial en vez de hacerme el feminista por alguien que no sé si lo merece o tomar partido por un animal de bellota simplemente por su condición de congénere.