Antonio Brufau, presidente de Repsol / EFE

Antonio Brufau, presidente de Repsol / EFE

Examen a los protagonistas

Antonio Brufau

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El anuncio de la inversión de 800 millones en Cataluña por parte de Repsol va más allá de la muestra de compromiso con el territorio por parte de la compañía. Supone, además, el refuerzo de un área como el Camp de Tarragona, con una gran capacidad de generar actividad industrial, empleo y, por ende, riqueza

Y no se trata de una zona más. El futuro de uno de los polos industriales de referencia en toda España ha estado en el aire durante los últimos meses debido a la intención del Gobierno central de hacer permanente el impuesto especial al sector energético que estableció hace dos años, por entonces con carácter temporal. No fueron pocas las críticas vertidas sobre la compañía que preside Antonio Brufau por sus amenazas de retirar planes de cuantiosas inversiones si la figura fiscal no decaía.

Repsol resistió la presión, se mantuvo firme y se movió con soltura en labores de lobi para, finalmente, lograr su objetivo. En este caso, el suyo es también el del Camp de Tarragona, el de las más de 3.000 personas que tendrán trabajo gracias a la construcción y operación de una planta de transformación que, además, será pionera en Europa. 

Su capacidad para convertir cada año más de 400.000 toneladas de residuos urbanos en 240.000 de combustibles renovables situará la zona industrial de Tarragona como referente de un sector tan pujante y tractor de inversiones como el de las energías limpias

Repsol ha demostrado que no iba de farol. Lo más sencillo hubiera sido optar por algunas de las alternativas que manejaba para trasladar las inversiones a un entorno con un marco normativo más estable. Su compromiso con Cataluña tampoco era una pose. Y los 800 millones de euros que invertirá en la revolucionaria planta son la mejor muestra.