La conflictividad laboral resulta tan inevitable como la necesidad de la existencia de mecanismos que contribuyan a resolverla. Las huelgas no dejan de ser una señal de que las negociaciones existen y de que, en ocasiones, no logran a la primera los objetivos de que todos cedan y se alcance un acuerdo.
Sin embargo, dadas las premisas, si un paro de este tipo se extiende de forma ininterrumpida durante dos meses y medio, algo en ese complejo mecanismo de las relaciones laborales ha dejado de funcionar. Y más, si se trata de un servicio tan sensible como el de la recogida de residuos. Uno de aquellos que convierte más que nunca a los sufridos ciudadanos en rehenes mientras empresas y trabajadores se tiran los trastos a la cabeza.
Ha sucedido en algunas localidades del Baix Penedès, que han vivido una situación más que delicada en los últimos 75 días, con el agravante de la cercanía de las fechas navideñas que, finalmente, también han sido testigos silenciosas de las desavenencias.
Lo positivo es que también lo han sido de la solución que las partes parecen haber alcanzado. En el camino, situaciones extremas que han llevado a algunos municipios a decretar la situación de emergencia sanitaria por insalubridad. Un extremo que debería hacer reflexionar a los responsables de la empresa PreZero, encargada de prestar este servicio, con su consejero delegado, Gonzalo Cañete, a la cabeza.