Al final, la Iglesia lo ha logrado. El arzobispo Juan José Omella ha conseguido el visto bueno del Ayuntamiento de Barcelona para desatascar su proyecto de geriátrico en la parroquia de Sant Ferran, en pleno Eixample.
La decisión ha suscitado críticas internas en la Iglesia. A Omella le acusan de haber dejado morir la parroquia para "hacer caja" con ella. No es para menos: la institución católica cederá el uso y terreno del inmueble durante décadas para recibir cuantiosas plusvalías.
Otra crítica que se le puede hacer a la Iglesia es haber reconvertido la parroquia en un geriátrico, en lugar de volcarse con la brutal crisis de vivienda que acecha a Barcelona.
El Arzobispado, que ha definido en alguna ocasión el problema de los alquileres como "la nueva esclavitud", podría poner a disposición de los vecinos de la capital catalana alguno de sus solares e inmuebles. Al fin y al cabo, la Iglesia es uno de los grandes tenedores del país.