El empresario Antonio García Valdecasas Canet saltó brevemente al estrellato en 2014 y 2015 al anunciar que demandaba a la junta del FC Barcelona. Sostuvo que el club azulgrana, por culpa del expresidente Sandro Rosell, le debía casi 100 millones de euros por la publicidad fallida de la nueva Masía.
Para tamaña acción judicial, el directivo fichó como abogado al exbanquero Mario Conde. La justicia desestimó su petición desde la primera instancia hasta el Tribunal Supremo.
En algún momento y de forma callada, García Valdecasas se reubicó en Andorra, donde se relaciona con el pequeño clan de empresarios catalanes huidos al principado pirenaico por razones fiscales o legales.
Uno de ellos es Nacho Soler, exfundador de Cafè del Mar Port Fòrum, otro es Manel Torras, CEO de la cárnica Schara y el hombre que pergeñó los polémicos NFT de Ronaldinho, denunciados por ser, presuntamente, burdas copias.
De este modo, García Valdecasas ha pasado de ser adalid de la transparencia y la buena gestión en la institución culé a relacionarse con individuos polémicos. Sólo ha faltado saber que ha concursado la empresa que denunció al Barça, y que lo ha hecho con un hombre de paja, para añadir más máculas a su reputación.