Un hombre de orden
Por primera vez en 14 años, un presidente de la Generalitat de Cataluña ha tenido el detalle de plantarse en Madrid para sumarse a la celebración del aniversario de la Constitución Española.
Durante los años del lazismo, nuestros próceres locales se han distinguido por pasar como de la peste de cualquier acto que tuviera algo que ver con la pertenencia de Cataluña a España: no se sumaban a los fastos constitucionales (algunos hasta hacían como que trabajaban durante las fiestas nacionales), le daban plantón al Rey cuando se dejaba caer por Barcelona (o, aún peor, se saltaban el besamanos y la recepción, pero se apuntaban al papeo posterior) e insistían en que no había nada que celebrar cada vez que tocaba festejar algo de ámbito nacional (o estatal, según ellos).
Toda esta tontería se acabó con la llegada a la presidencia de la Generalitat del señor Salvador Illa (La Roca del Vallès, 1966), un político con el que se estará más o menos de acuerdo (o no), pero hay que reconocerle que ha hecho lo que ha podido para que las cosas, desde un punto de vista oficial, volvieran a la normalidad en la Cataluña catalana.
Lo cual no quita para que el hombre trate con una educación y una cortesía que no merecen a los lazis que ahora pululan en la oposición o se dedican, directamente, a llevarle la contraria o hacerle la puñeta desde la presidencia del parlamentillo regional, como es el caso de Josep Rull, que, en vez de irse a Madrid a celebrar la Constitución, se desplazó al Reino Unido no sabemos muy bien para qué.
Illa también sobreactúa un poco de nacionalista (insiste en que amnistíen a Puchi o en que se haga lo posible para que se hable catalán en las instituciones europeas), pero yo creo que todo forma parte de su idea de lo que debe ser un hispano-catalán constitucionalista, monárquico (va mucho a ver a Felipe VI, cosa que saca de quicio a todos los Tururull de este mundo) y nacionalista (catalán) dentro de un orden (eso incluye recibir a Jordi Pujol como si no fuese el sujeto funesto que siempre ha sido).
Obsesionado por ser el presidente de todos los catalanes, Illa se ha mostrado muy comprensivo con todos los que nos han hecho la vida imposible a muchos durante el prusés, algo que personalmente me revienta (hubiese agradecido una purga en el aparato de agit prop del antiguo régimen, o el fin de la sopa boba para la prensa digital lazi), pero que igual resulta de lo más razonable: vamos a llevarnos bien, como se suele decir, aunque esa frase es más eficaz cuando quien la pronuncia tiene agarrados por los cataplines a sus contertulios.
También es verdad que el jefe de Illa necesita el apoyo de los de Puchi y el beato Junqueras, así que lo de “vamos a llevarnos bien” puede ser una absoluta necesidad.
De momento, uno ya se apaña con la actitud general institucional del señor Illa. Me causa un gran placer ver el sufrimiento que experimentan los procesistas cada vez que el presi queda con el Rey, se chupa un desfile o se congratula por el aniversario de la Constitución. Por algo se empieza.