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Que Donald Trump vuelva a la Casa Blanca ya es, por sí misma, una mala noticia para la humanidad, pero que lo haga con un segundo de a bordo tan siniestro como Elon Reeve Musk (Pretoria, 1971) ya puede calificarse tranquilamente de catástrofe humanitaria.
El primero es, directamente, un delincuente: evasor de impuestos, explotador de la clase obrera (a una parte de la cual ha conseguido engañar presentándose como uno de los suyos, nada que ver con los señoritos del Partido Demócrata, que desprecian a los garrulos de rifle, cerveza, bandera y trailer park: o sea, una versión malévola del efecto Springsteen, otro millonario que gusta de presentarse como un paisano más), responsable de abusos sexuales y pendiente de no sé cuantos juicios que se la soplan, y hace bien, pues ya dijo que podría matar a alguien en mitad de la calle y sus fans lo votarían igual (altamente probable) y lo peta con el voto femenino, pese a sus comentarios machistas (“Si eres rico, puedes agarrarlas a todas por el coño”) y su adulterio con la actriz porno Stormy Daniels mientras la parienta acababa de alumbrar al pobre Brandon.
El segundo es, también directamente (o así me lo parece) un genio del mal, un villano de cualquier película de James Bond y, para colmo, el hombre más rico del mundo (invirtió 120 millones de dólares, el presupuesto de la película de Francis Coppola Megalópolis, en la campaña del Hombre Anaranjado: llámenme mal pensado, pero yo diría que tiene la intención de recuperarlos, y con intereses: nada más ganar Trump las elecciones, su fortuna se ha elevado a los 300.000 millones de pavos.
¿Son un delincuente y un millonario sin escrúpulos lo que necesita América del Norte para volver a ser grande, como anhela el célebre eslogan de Trump, convertido en el anagrama MAGA? Yo diría que no. Aunque también hay que tener presente lo mal que ha hecho las cosas el partido demócrata, que presentaba a alguien a la que había que votar por fe o por asco a Trump o por las dos cosas, dado que nadie sabía muy bien quien era (entre otros motivos, porque el vicepresidente de los Estados Unidos es el hombre, o la mujer, invisible).
En cuatro años, ¿no hubo tiempo para buscarle un sustituto con fundamento al pobre Joe Biden? ¿Lo único que se les ocurrió a los demócratas fue intentar convertir en una estrella a una señora que no proponía nada en concreto (frente a las muy resultonas animaladas y cafrerías de Trump), pero que contaba con el apoyo entusiasta de Taylor Swift?
Elon Musk tiene doce hijos. La más normal parece la transexual Vivian (antes Alexander, quien ya ha anunciado su intención de abandonar Estados Unidos para no ver a su padre controlando el cotarro). Otros dos atienden por X AE A-Xii y Tan Techno Mechanicus. ¿Pretenden hacerme creer que alguien que bautiza así a sus retoños está bien de la cabeza? Sí, ya sé que Musk es el dueño de Tesla y de Space X.
O sea, para los gringos es un winner de aquí te espero. Pero yo lo veo como la avanzadilla del ataque de los grandes empresarios a la política, como el primero en dejar claro que los gobiernos cada día pintarán menos frente a los millonetis de cuya tecnología cada vez dependemos más todos (que se lo digan a Zelenski, al que Musk le puede hundir todo su sistema defensivo).
Y mientras tanto, en Europa, todos felicitando al Zanahorio para que no nos trate demasiado mal. Como para sentirnos todos de lo más orgullosos, ¿no?