El ministro de Transportes y Movilidad Sostenible, Óscar Puente

El ministro de Transportes y Movilidad Sostenible, Óscar Puente CARLOS LUJÁN - EUROPA PRESS

Examen a los protagonistas

Óscar Puente

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Cuando transportar no es lo tuyo

Óscar Puente (Valladolid, 1968) ha sido reprobado como ministro de Transportes en el Senado español por el PP, Vox, Junts y ERC, pero da igual, ya que todo lo que pasa en el Senado se queda en el Senado (como todo lo que ocurre en Las Vegas se queda en Las Vegas) y carece de la más mínima relevancia (afortunadamente para la institución y los que viven de ella, ya nadie se preocupa por la inutilidad del Senado, al que prácticamente todos, de la derecha a la izquierda, hemos dejado por imposible: es como una realidad paralela, o una pura entelequia, en la que suceden cosas que carecen de relevancia, un aparcamiento para lo más inútil o acabado de cada partido, una manera de tirar el dinero como cualquier otra, una tomadura de pelo, un sindiós…).

Que se pongan de acuerdo la derecha, la extrema derecha y los separatistas catalanes para decirte en la cara que eres un inepto es de traca, pero no creo que al señor Puente le quite el sueño ese feo que le acaban de hacer en el trascendental Senado español. Puede que otro cayera en la cuenta de que el servicio de Cercanías en Cataluña es un desastre desde hace muchos años, pero Puente no es un hombre que pierda el tiempo en futesas y minucias. En estos momentos, lo que más le quita el sueño es jorobar a Ouigo, la compañía francesa que compite con la alta velocidad española en el trayecto Madrid-Barcelona. Hasta ha enviado los trenes de Ouigo a unos andenes diferentes de los que ocupa el AVE en la estación de Atocha (en la de Sants no ha podido, pero no me extrañaría que estuviese pensando en enviar a Ouigo a cualquier otra estación).

La principal virtud del señor Puente, a la hora de conservar el cargo, consiste en alabar permanentemente a quien se lo ha concedido gentilmente. Fue él quien bautizó a Pedro Sánchez como El puto amo, pasmándose ante su don de lenguas y el hecho de que sea el primer presidente español que puede pasearse sin intérprete por Europa (es cierto que ni González ni Aznar, antes de que Bush lo invitara a su rancho a poner los pinreles encima de la mesa, ni Rajoy hablaban nada que no fuera español, pero convertir en un superhombre a alguien porque sabe conversar en inglés es llevar el puesto de tiralevitas a otro nivel). Puente se ha dado cuenta de que en el Gobierno de Sánchez lo principal es hacerle la pelota al jefe constantemente. Y a la hora de defender tu indefendible gestión de la cartera que te ha tocado (¿en una tómbola?), siempre puedes decir que la derechona considera que los trenes españoles eran más puntuales en tiempos de Franco, y quedarte tan ancho.

Óscar Puente no está para solucionar los problemas de las Rodalies catalanas ni para hacer más competitivo el AVE. El hombre está para dar vivas a su dueño y ladrarle a quien se ponga desagradable con el Gobierno del que forma parte. Y hay que reconocer que esas dos cosas las hace muy bien. Y en cuanto a lograr que los de Abascal coincidan en algo con los de Puchi, eso ya es de matrícula de honor.