Sean 'Diddy' Combs
El monstruo de la semana
Al rapero y productor discográfico Sean Combs (Harlem, Nueva York, 1969), alias Diddy (y antes conocido como Puff Daddy), le está cayendo la del pulpo por sus presuntas actividades erótico-festivas en las que no faltaban las drogas, el abuso de menores y la trata de mujeres. El hombre está recogiendo la antorcha del difunto Jeffrey Epstein y tiene todas las papeletas para hacerse con un final tan turbio y confuso como el del magnate que apareció misteriosamente muerto en su celda de un juzgado de Nueva York en el que nadie parecía estar a lo que había que estar. Tras Harvey Weinstein (aún vivo, pero hecho caldo) y Jeffrey Epstein, Diddy es el nuevo monstruo norteamericano, y supongo que Ryan Murphy ya debe estar preparando para él una entrega de su serie Monsters, tras habernos explicado las miserias de Jeffrey Dahmer, los hermanos Menéndez y, próximamente, Ed Gein, el zumbado que se hacía trajes con la piel de sus víctimas y que sirvió de inspiración para el Buffalo Bill de las aventuras del doctor Hannibal Lecter.
Al señor Combs se le acusa de organizar durante años unas fiestas salvajes, frecuentadas por lo mejor de cada casa, en las que sucedían todo tipo de actos ilegales. Se le acusa de traficar con mujeres. Se le acusa de abusar de menores y de suministrárselas a los asistentes a sus jolgorios. Se le acusa de tráfico de drogas. Se comenta que igual se benefició a Justin Bieber, y hay quien dice que hasta a Kanye West (hace falta valor). Vamos, que menos del asesinato de JFK, a Diddy se le está acusando de todo lo habido y por haber. Y después del caso O.J. Simpson, es poco probable que cuele una defensa basada en que se le tiene manía al pobre porque es negro. También hay que tener presente que llueve sobre mojado.
Sean Combs tiene una carrera brillante en el mundo de la música. Ha producido, entre otros, a The Notorious Big (amigo personal), Jay Z, Nas, Mariah Carey (¿ecléctico o pesetero?), Beyoncé o Britney Spears. Su obra personal también ha gozado de un éxito destacable. Pero su lado oscuro nunca ha habido manera de ocultarlo. Recordemos su enemistad brutal con el rapero Tupac Shakur, muerto a tiros no muy lejos de Diddy y del Notorious Big, que también fue asesinado unos meses después. Como muchos artistas procedentes del hip hop (y del gueto), Diddy nunca se desvinculó por completo de la gentuza con la que se trataba en su adolescencia (no todo el mundo puede ser como el ejemplar Armando Pérez, en arte Pitbull, ex pandillero reciclado en pilar de la sociedad de Miami). Y mientras progresaba en el mundo real, seguía con prácticas y costumbres ilegales como esas de que se le acusa ahora. Las denuncias, aunque tardías, se acumulan en los juzgados. Y yo diría que Diddy va a empezar a largar en cualquier momento y a dar nombres de los asistentes a sus fiestecitas.
Qué es lo que habría hecho Jeffrey Epstein de no aparecer extrañamente muerto en su celda. Diddy, vigila tu espalda.