Carlos Torres
Noticias relacionadas
El presidente del BBVA se ha esforzado en insistir a todo el que se ha acercado a escucharle que el caso Villarejo no condicionará el futuro del banco por tratarse de algo de una etapa del pasado que quedó atrás. En parte es cierto, pero la eterna instrucción de la pieza separada del caso Tándem que afecta a la entidad termina con sus huesos en el banquillo de los acusados como persona jurídica. Una circunstancia que, pese al voluntarioso empeño de Carlos Torres, afecta al pasado pero, sobre todo, al presente y al futuro de la entidad.
Y en este punto, aunque es verdad que los hechos investigados se corresponden con el dilatado mandato de Francisco González, también cabe recordar que el BBVA ha sido reconvenido en numerosas ocasiones por el juez durante la instrucción por no colaborar todo lo necesario con la Justicia, pese a mostrarse públicamente en la disposición contraria.
Algo que sí está en el debe de la gestión de Torres, igual que afear públicamente al magistrado el tiempo de la instrucción y su insistencia en seguir practicando diligencias. Un gesto que los jueces suelen interpretar como una intolerable intromisión en su labor y que no juega precisamente a favor del afectado en la causa.
Ninguna época es buena para sentarse en el banquillo, pero el momento actual es especialmente inoportuno: en pleno proceso de una OPA hostil que no se había visto en el sector financiero en las últimas cuatro décadas, en contra de la que se han vuelto casi todos los actores del panorama socioeconómico de aquellos territorios donde más impacto tendría la eventual fusión con Banco Sabadell, la entidad opada.
No deja de ser cierto que el caso Villarejo pertenece al pasado del BBVA, pero la errática gestión del mismo lo ha convertido en algo del presente y, lo que es más grave, del futuro. Y ahí, el actual equipo directivo sí tiene algo que decir o explicar.