Françoise Hardy
La muchacha melancólica
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La cantante francesa Françoise Hardy (París, 1944 – 2024) llevaba tiempo suplicando, sin éxito, que le aplicaran la eutanasia (si no recuerdo mal, creo que se dirigió directamente al respecto a Emmanuel Macron), pues padecía un cáncer incurable y terriblemente doloroso que hacía un infierno de lo que le quedaba de vida. Finalmente, murió hace unos días y descansó en paz. Si sus últimos años fueron un drama, los primeros tampoco fueron gran cosa: nació en un hospital de París durante un bombardeo de la Segunda Guerra Mundial, su padre, Étienne Dillard, nunca se ocupó mucho de ella y de su hermana y fue su madre, Madeleine Hardy, la que tuvo que encargarse prácticamente en solitario de las niñas. Por lo que la propia Françoise ha contado, su infancia fue triste, solitaria y melancólica (y encima, su madre no solo no la encontraba guapa, sino que, además, se lo decía).
Su imagen cuando empezó a cantar y componer seguía siendo la de una chica triste, solitaria y melancólica, pero el éxito contribuyó en algo a mejorarle el humor. En cuanto a lo de su supuesta falta de atractivo…En fin, la manera en que la rondaron luminarias de los años 60 como Mick Jagger, Brian Jones o Bob Dylan invalidan por completo las opiniones maternas. En 1981, se casó con el cantante y actor Jacques Dutronc, con el que tuvo a su hijo Thomas, un cantautor no muy interesante, pero muy querido en Francia (no sé muy bien si por sus propios méritos o por ser hijo de quien es). Se divorciaron, pero estuvieron en contacto toda la vida. Françoise Hardy llegó a publicar más de treinta álbumes, pero, en general, es como si su carrera internacional se hubiese acabado después de grabar Tous les garçons et les filles (1962). Ella fue evolucionando, pero, fuera de Francia, nadie le prestó mucha atención. Sin pretenderlo, se acabó convirtiendo en la novia francesa que todo chico de los años 60 hubiese querido tener, y en ese tono suelen desarrollarse los artículos que se han escrito sobre ella, potenciando al icono generacional sobre la compositora e intérprete de temas propios y ajenos que ha colaborado con algunos de los personajes más relevantes de la música popular francesa (y con algunos escritores: si mal no recuerdo, Patrick Modiano le escribió la letra de una de sus canciones).
Durante años circuló la leyenda urbana de que Françoise Hardy había mantenido una relación con el melancólico cantautor británico Nick Drake. Era verosímil, dado el peculiar carácter de ambos. Realmente, hacían una bonita pareja. Pero todo se redujo a un encuentro en París en el que la comunicación fue imposible: ninguno de los dos hablaba el idioma del otro y el pobre Nick, socialmente hablando, estaba a un paso de la catatonia.
Los últimos años de la señora Hardy han sido muy tristes. De joven compuso Ma jeuneusse fout le camp (Mi juventud se da el piro) y de mayor se dio cuenta de que la que se piraba era su vida. Viendo que ya no había nada más que rascar de la existencia, imploró que la quitaran de en medio, pero no hubo manera. Finalmente, el cáncer se la ha llevado por delante, gracias a lo cual se habrá librado de leer artículos como éste o, aún peor, los de los pelmazos que la hubiesen querido tener de novia en los años 60.