
El camarlengo Kevin Joseph Farrell
De profesión, camarlengo
Tras la muerte del Papa, todo queda en manos del cardenal camarlengo hasta que el Cónclave elige a su sustituto. Hasta ahí llego. Y también me he enterado de quien es el actual camarlengo, un norteamericano de origen irlandés llamado Kevin Farrell. Pero he tenido que llevar a cabo una breve investigación para averiguar en qué consisten exactamente las funciones de un camarlengo.
Al principio creí que era como una especie de regente que se encargaba de las cosas del Vaticano entre la muerte de un Papa y la toma de posesión del siguiente. Enseguida me pareció un cargo sensacional, pues consistía, según mi ignorancia supina de los asuntos de la alta clerigalla, en trabajar entre dos y tres semanas cada 15 o 20 años. Es decir, que mientras el Papa en activo estuviera bien de salud, el camarlengo se podía tocar las narices a tres manos. Un chollo laboral comparado con el trabajo de cualquiera de nosotros.
Luego vi que la cosa no se limitaba a quitarle el anillo al pontífice difunto y destrozarlo a martillazos. Ni a darle tres golpecitos al cadáver con un martillito de plata para comprobar que, efectivamente, no pensaba salir del ataúd como si fuese el conde Drácula (costumbre eliminada por el Papa Francisco, lamentablemente, y que yo habría sustituido, para estar acorde con los tiempos, por tres leves descargas de una pistola Taser).
Resulta que, además de cortar el bacalao vaticano unos días cada montón de años, el cardenal camarlengo se encarga de administrar los (cuantiosos) bienes de la iglesia católica y supervisar las entradas de dinero (que, entre la fe de los feligreses y la legendaria capacidad extractiva de la curia, deben ser muy notables). Nada, pues, de currar un par de semanitas y a seguir dormitando hasta el próximo óbito papal. Urge, entonces, elegir como camarlengo a alguien decente, que no sea un amigo de lo ajeno y al que no haya que pillar sisando para financiarse palacetes o remunerar a los chaperos de la estación ferroviaria de Roma.
Por lo que he podido leer, la hoja de servicios del cardenal Ferrell está bastante limpia. La única mancha que he encontrado es su adscripción a los Legionarios de Cristo, secta fundada por el pedófilo mexicano Marcial Macie, y que nuestro hombre abandonó en los años 80, cuando se trasladó a su Estados Unidos natal, donde pasaría más de 30 años, hasta 2017, cuando fue llamado por Francisco para ejercer de camarlengo y abandonar su cargo de obispo de Dallas, Texas.
Kevin Farrell está viviendo sus 15 minutos de gloria. Dentro de poco no volveremos a saber nada de él y tendremos que imaginárnoslo como lo que realmente es, el Tío Gilito del Vaticano, con una pala en la mano con la que recoge billetes que se lanza sobre la cabeza. Si ustedes ya sabían lo que era un camarlengo, me disculpo por toda esta información ya bien conocida. Y permítanme que les envidie: yo he tenido que consultar la Wikipedia.