Francisco Javier García Gaztelu
Cien años más para Txapote
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No es fácil establecer un top ten de sujetos desagradables en la estructura de la banda terrorista ETA, pues todos son para echarles de comer aparte (o para dejar que se mueran de hambre), pero uno de los más abyectos que uno ha podido ver por televisión es, sin duda alguna, Francisco Javier García Gaztelu (Galdácano, 1966), alias Txapote, que no Chapapote, quien ni siquiera tenía la extraña vis cómica de aquel animal de bellota llamado, si no recuerdo mal, Iñaki Bilbao, el que daba golpes contra la mampara de cristal y amenazaba al juez que lo juzgaba con arrancarle la piel a tiras (¿qué habrá sido de él? Bueno, ¿a quién le importa?). Siempre que he visto por la tele al ínclito Txapote me ha pasmado su absoluta inhumanidad, su actitud desafiante, su falta absoluta de escrúpulos morales, su convicción de fanático a la hora de creer sinceramente que toda la gente que se ha cargado se lo merecía, su incapacidad para reconocer su monstruosidad y pedir disculpas…En resumen, un tipo irredimible que tiene la inmensa suerte de que en España no existe la pena de muerte y se libra del destino que merece: la eliminación física.
Afortunadamente para la humanidad, este fanático abominable se ha pasado media vida en el talego, y todo parece indicar que se va a tirar ahí los años que le queden de intentar amargarle la vida a sus semejantes (si es que hay alguien semejante a él). En un reciente juicio, le han caído cien años más de condena. Es poco probable que pueda cumplirla entera, aunque los indeseables acostumbran a vivir más de la cuenta, pero así nos garantizamos que no vuelva a poner los pies en las calles de su querida Euskadi (ni en las de ningún otro sitio). Su historial criminal es de abrigo. Pensemos en los asesinatos de Miguel Ángel Blanco, Fernando Múgica o Gregorio Ordóñez. En todos los crímenes cometidos directamente o por delegación. Estamos ante un sujeto que, hace muchos años, se fabricó un personaje al que ha sido fiel durante toda su existencia. Debe considerarse un patriota, pero los demás lo vemos como un simple asesino con coartada patriótica. Es un tipo que se agarró a una idea imbécil y le ha sido fiel durante toda su penosa existencia. Nunca se ha parado a pensar en si lo que hacía estaba bien o mal, y no sé ustedes, pero yo nunca me he fiado de la gente que no duda nunca, gente que tiende a lo inhumano y lo monstruoso.
No conozco a fondo la vida de Txapote, ni falta que me hace, por lo que no sé si alguna vez ha querido a alguien o si alguien le ha querido a él, pero no sería de extrañar: ¿cuántos casos conocemos de etarras con esposa e hijos que volvían al hogar familiar después de otra jornada dedicada al extraño oficio de asesino en serie? A esta gente no les funciona la galleta como a los demás seres humanos, y asomarse a su cerebro, si fuera posible, sería algo que daría vértigo. Hay gente que, simplemente, sale mal. Tal vez deberíamos hacer excepciones con ellos a la hora de evitar la pena de muerte, pero hay que reconocer que cien años más de talego también es una medida muy razonable (dejando aparte el dinero que nos va a costar alimentar a la bestia hasta que reviente).
Que te zurzan, Txapote.