Marc Puig
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Está a punto de llegar a la bolsa una de esas grandes empresas que hacen la llamada marca España, conocidas por sus productos en todos los rincones del país, a las que sólo les falta, precisamente, ser cotizadas. Si Puig fuera de capital estadounidense o británico, con una cultura financiera mucho más arraigada, acumularía algunas décadas bajo el exigente foco de los mercados de valores, que tanto demanda a quienes se exponen a ellos.
Pero, lejos de ser un problema, esto supone un desafío para el equipo gestor que lidera desde 2004 Marc Puig. Porque el ejecutivo ha logrado durante todo este tiempo lo que parecía imposible, la tantas veces cacareada "cuadratura del círculo": una empresa familiar, con la impronta y los valores de este tipo de compañías pero, al mismo tiempo, con el funcionamiento y la gestión de una cotizada al uso, con socios de todo tipo y origen.
Tal proceso de profesionalización ha sido clave para que Puig se presente ante los mercados con una facturación duplicada en cuatro años y dejando atrás ejercicio a ejercicio las estimaciones más optimistas sobre la evolución de sus resultados.
Credenciales más que suficientes no sólo para alcanzar el objetivo de llegar al parquet sino para, una vez allí, no ser uno más. Porque es esa la imagen que el grupo devuelve al mirarse en el espejo bursátil: que éste no es un punto final de un camino, sino el inicio de uno aún más largo y lleno de oportunidades.