Oriol Junqueras
Martirologio del beato
Bueno, pues ya hemos oído al beato Junqueras: está dispuesto a volver al talego por reivindicar la independencia de Cataluña. O eso dice. La verdad es que salió del trullo más gordo y hermoso de lo que entró, señal de que no lo pasó tan mal (nada que ver con los episodios de aerofagia del pobre Rull, que su amigo Turull encajó con resignación patriótica), pero de ahí a regresar a la cárcel yo diría que hay un largo trecho que nuestro héroe no tiene la menor intención de recorrer. Oriol Junqueras lleva tiempo jugando a dos barajas. Por un lado, gusta de presentarse como un independentista razonable y capaz de apoyar al PSOE para que no llegue al poder la derechona; por otro, de vez en cuando se ve obligado a sobreactuar de indepe y ponerse a reclamar referéndums, declaraciones unilaterales y cualquier cosa que sirva para aplacar a lo más hooligan de su partido, que suele afearle su tibieza y su costumbre de decir una cosa y hacer otra. El hombre, ¿para qué negarlo?, empieza a resultar reiterativo y cansino a base de alternar la vida de político pragmático con la de apóstol aspirante a mártir.
Yo, en su lugar, me concentraría en intentar desintegrar a Junts y en colaborar en lo que fuera para que su némesis, Carles Puigdemont, acabara en Soto del Real. A fin de cuentas, ese es el objetivo de ERC desde que decidió heredar el papel largamente desempeñado por Convergencia. Todo lo que no sea eso conduce a una esquizofrenia que tampoco sé yo muy bien de qué sirve a efectos electorales. Si algo bueno se puede decir de Puchi es que da muestras de una coherencia impecable: desde que se ha venido arriba en Flandes, gracias a la amnistía que él mismo se ha concedido por persona interpuesta, ese hombre es el único y genuino Guardián de las Esencias, un cargo que no admite bicefalia alguna.
Cocomocho sigue convencido, en su insania, de que la independencia del terruño está a la vuelta de la esquina. El beato Junqueras, por el contrario, es plenamente consciente de que la independencia ni está ni se la espera. Por eso se agradecería que optara de una vez por todas por una de sus dos personalidades. Y como si la elige la de apóstol y profeta, no le arriendo la ganancia, ya que Puchi está mucho más loco que él y, por consiguiente, resulta mucho más convincente, le recomiendo que elija el pragmatismo.
Hágame caso, estimado beato, y opte por ese pragmatismo. Los conatos de martirologio patriótico ya no se los traga nadie y los que lo consideran un vendido y un traidor no van a cambiar de opinión pese a sus sobreactuaciones. O Mesías o nuevo Pujol. Y créame, le saldrá mucho más a cuenta la segunda opción.