Keith Richards
Palabra de Stone
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Al guitarrista de los Stones, Keith Richards (Dartford, Reino Unido, 1943) le cayeron los 80 el pasado 18 de diciembre, pero sigue hecho un potro y cimentando su fama de inmortal, que lo ha hecho merecedor de toda clase de chistes y memes en la línea de los que suele encajar nuestro compatriota Jordi Hurtado. ¿Algunos ejemplos?: foto de Keith sobre la leyenda “¿No deberíamos empezar a pensar un poco en el mundo que le vamos a dejar a Keith Richards?”; foto de Keith junto a sus hijas: “Cuando ellas mueran, Keith lo hereda todo”. A las bromas a su costa, hay que añadir sus propias (y brillantes) salidas de pata de banco. ¿Mi favorita?: “Lo curioso del sexo a mi edad es que nunca sabes si vas a tener un orgasmo o un infarto” (por no hablar de cuando bromeó asegurando que se había fumado las cenizas de su señor padre). Es así, poco a poco, pero con decisión, como nuestro hombre se ha ido labrando una merecida fama de tipo larger tan life, incrementada por esa excelente constitución física que le ha ayudado a solventar el autoabuso corporal de una manera admirable: ni el alcohol, ni las drogas ni el tabaco han conseguido acabar con él, pese a haberse dedicado a todo ello con ahínco durante años y años.
Se cuenta que la primera canción que aprendió a tocar en la guitarra fue Malagueña, a instancias de su abuelo materno, quien, a la sazón, era el líder de Gus Dupree and his boys, grupo musical del pleistoceno (nombre completo del sujeto: Augustus Theodore Dupree). Aunque su padre no veía con buenos ojos la entrega de Keith a la guitarra, nuestro hombre perseveró (descuidando la enseñanza tradicional: lo echaron de más de una escuela), mantuvo la amistad con Mick Jagger pese a los cambios forzados de colegio (no se han quitado mutuamente de encima en cerca de 70 años), se lo encontró un día en el Metro cuando Mick acudía a clase en la London School of Economics (acarreando ciertos discos de rhythm'n'blues nada fáciles de encontrar en Inglaterra) y, como se suele decir en estos casos, el resto es historia. Una historia que, además, no termina nunca, como demuestra la reciente aparición del disco de los Stones Hackney diamonds, que todos temíamos una catástrofe senil y acabó resultando ser un álbum de lo más decente.
Keith Richards tiene 900 millones de dólares, seis hijos y ninguna intención de jubilarse. Yo creo que, si algún día se disuelven los Stones, ese será, definitivamente, el día en que murió el rock&roll (o en que murió la música, como dijo Don McLean acerca de Buddy Holly en su American pie). Aficionado al country y con una habilidad especial para las baladas, yo diría que Richards ha puesto la parte sentimental en los Stones, dejándole a Jagger el componente más canónicamente rockero y flamboyant del asunto (aunque nunca lo sabremos con seguridad, dado que firman juntos sus canciones, pese a que cada uno se encargue de las suyas propias).
El difunto Jordi Tardà patentó la expresión Palabra de Stone para referirse a todo lo que iba a misa. Se refería al grupo en general y a Keith en particular, dada la fama de Mick de pesetero, frívolo y poseedor de múltiples personalidades. Nadie sabe quién se infartará primero en directo, pero hay pistas al respecto: Mick corre como un loco por el escenario durante dos horas, mientras Keith se queda en un rincón sin moverse, rasgando la guitarra y -por lo menos hasta hace poco- echando un cigarrito.