Carles Puigdemont
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Carles Puigdemont ha conseguido resucitar políticamente por obra y gracia de Pedro Sánchez y su decisión de dejar su investidura en manos de los partidos secesionistas. El dirigente de Junts per Catalunya (JxCat) se siente fuerte sabiendo que el líder del PSOE necesita sus escasos votos para revalidar el cargo y ha vuelto a la carga con sus soflamas ultranacionalistas e identitarias. Sus exigencias para apoyarle no se limitan a obtener la amnistía para los encausados y condenados del procés y avanzar hacia la celebración de un referéndum de "autodeterminación" en Cataluña, sino también en obtener el reconocimiento de Cataluña como "nación".
Así de claro volvió a dejarlo este domingo en un velado mensaje a los socialistas, en el cual acusó a España de "atacar" a Cataluña desde 1714 y reivindicar la secesión como "única manera" de sobrevivir como nación. Una consigna nada casual, pues llega justo en el momento en que ha trascendido que PSOE y Junts estarían negociando que Cataluña sea reconocida como "minoría nacional".
Las palabras del prófugo muestran de nuevo cuáles son sus intenciones. Y, si algo ha quedado claro en los últimos años, es que éstas no coinciden con la concordia, la integridad territorial ni el bien común, sino al contrario. Su proyecto sigue siendo el de siempre: la división, la ruptura y el enfrentamiento. Si pésimo fue su legado como presidente de la Generalitat, también lo será el futuro si se accede a sus chantajes y los de su partido. Caer en su trampa sería un gravísimo error por parte del Gobierno.