La decisión de Pedro Sánchez (PSOE) de dejar su investidura en manos de los partidos secesionistas catalanes y vascos está dando lugar a situaciones grotescas. Una de ellas es que dos formaciones en declive y con cada vez menos votos como ERC y Junts se permitan arrogarse el nombre de toda Cataluña y hacerle un pulso al Gobierno con exigencias claramente inconstitucionales, como una amnistía para los condenados y encausados del procés y avanzar hacia un referéndum de "autodeterminación".
La disposición de Sánchez a ceder a algunos de sus chantajes ha dado alas a estos dos partidos que, sabiéndose necesarios en su ambición de revalidar el cargo, no dudan en pedirle la luna. Así lo evidenció este viernes la diputada de Junts Míriam Nogueras quien, tras reunirse con él, le advirtió de que están "lejos" de apoyarle. Unos remilgos que contrastan con la rapidez con la que los posconvergentes aceptaron que los socialistas les cedieran cuatro diputados este verano para conseguir tener grupo propio en el Congreso. Algo que, reglamentariamente, no merecerían, y a lo cual no hicieron ascos pese a sus reiterados desaires hispanófobos, como el de apartar la bandera española en sus ruedas de prensa, caso de la propia Nogueras el pasado febrero.