Prohibido tener voz propia
Como dijo Alfonso Guerra en su momento, el que se mueve no sale en la foto. Lo está pudiendo comprobar en sus carnes ahora mismo el mandamás del PP en Cataluña, Alejandro Fernández, quien se ha manifestado en contra de los contactos de su partido con la banda de Puigdemont, disintiendo de los ladinos y pusilánimes intentos de Núñez Feijóo para entablar conversaciones con Junts en vistas a llegar a presidente de la nación (ganó las elecciones, pero no le ha servido para nada). Fernández ha dicho lo que piensa (y lo que pensamos muchos): que no se puede hablar de nada con un golpista fugitivo de la justicia y que el Gobierno de España debería ignorar a semejante sujeto. Y está a punto de pagarlo caro: ya se habla de sustituirlo por Dolors Montserrat quien, al parecer, no tiene opinión propia sobre esta clase de asuntos o, más probablemente, se la calla porque, como bien decía Guerra, el que se mueve no sale en la foto o se va, con perdón, a la puta calle.
Los dos grandes partidos políticos españoles se han convertido en clubs de fans de sus respectivos jefes. Hace tiempo que se está viendo en el PSOE de Pedro Sánchez, donde todos obedecen a ciegas para que su señorito conserve el sillón, y lo podemos ver ahora en el PP, donde Núñez Feijóo lanza grandes proclamas patrióticas con la boca grande mientras envía mensajes en dirección a Waterloo con la pequeña. Ambos partidos parecen haberse puesto de acuerdo para ignorar la existencia de líneas rojas con tal de alcanzar su objetivo, y si para ello hay que hablar con un enemigo del Estado, se habla, ya sea a la vista de todos (Sánchez) o disimulando (Núñez Feijóo). La actitud de Fernández dice mucho en su favor –lo conozco y les aseguro que es un tipo excelente que más parece un social demócrata de los de antes que un pepero de los de ahora-, pero todo parece indicar que le va a costar cara. Los que mandan en su partido sólo buscan adhesiones incondicionales al jefe, como en el PSOE. Y aunque lo que dice Fernández es de cajón, todos hacen como si se le hubiera ido la olla y no supiera con quién se juega los cuartos.
De hecho, la actitud del PP hacia Fernández no difiere mucho de la que adoptó con Cayetana Álvarez de Toledo: se encontraron con una mujer preparada, pasada por Oxford y que hablaba varios idiomas y prescindieron de ella por ceder a la funesta manía de pensar. Fernández se ha atrevido a disentir de la línea oficial del partido y ya se prepara su sustitución. Y, lo que es más grave, ahora que Puchi ya no era prácticamente nadie y no representaba nada, PP y PSOE se han puesto de acuerdo para proporcionarle respiración asistida, ya sea cediéndole escaños en el Congreso o suplicándole sus votos para formar Gobierno. No sé ustedes, pero a mí, un Gobierno español auspiciado por Cocomocho y su corte de los milagros me da un asco que atufa, tanto si es de derechas como si (dice que) es de izquierdas.
Si seguimos en este plan, mi abstención en las últimas elecciones generales se va a convertir en una costumbre.