Librería Lagun
Ni Franco ni ETA: el mercado
Noticias relacionadas
La librería Lagun de San Sebastián tiene los días contados. Se desconoce su fecha exacta de cierre, pero sus responsables ya han dicho que no aguantan más y que no ven manera humana de remontar el negocio. Tras haber sobrevivido al franquismo y al terrorismo vasco, Lagun fenece a manos del mercado, esa extraña mezcla de Amazon, la piratería, los alquileres inasumibles y otras miserias de la democracia. No es la primera librería que se ve obligada a cerrar sus puertas por una coyuntura desfavorable, pero sí una de las más peculiares y necesarias de toda España.
Lagun inició su andadura en 1968, en la Parte Vieja de San Sebastián. Su propietaria, directora y brújula moral, María Teresa Castells, falleció en 2017 (su marido, el exconsejero de Educación socialista del Gobierno vasco, José Ramón Recalde, lo hizo un año antes, tras haber sobrevivido a un atentado de ETA en el 2000). Mantener la lucidez y la dignidad en circunstancias adversas es lo que tiene: la extrema derecha la tomó con Lagun nada más inaugurarse y luego, ya en democracia, tomó el relevo el sector más violento de la izquierda abertzale, demostrando que los extremos se tocan y que la burricie no soporta los libros y se divierte quemándolos o bombardeando los sitios en los que se venden. Primero hubo que aguantar a los franquistas y después a los de la capucha: ese fue el precio que tuvo que pagar Lagun por mantener siempre una posición política digna y no ceder ante las exigencias de los extremistas.
Los actuales responsables consideraron la posibilidad de organizar una cuestación popular para intentar salvar el negocio, como la que les sirvió para trasladarse en el 2001 al centro de San Sebastián, pero han preferido arrojar la toalla y retirarse, una actitud perfectamente comprensible: la competencia es feroz, los alquileres un robo gentrificado, los números no salen y la gente se cansa de lo suyo cuando se da cuenta de que consiste, cada vez más, en darse cabezazos contra la pared. Lo que no lograron el fascismo de derechas y el de izquierdas lo ha acabado consiguiendo, pues, la triste y dura realidad del mercado y de la ley de la oferta y la demanda.
En cualquier caso, el balance moral (ya que no financiero) de Lagun no puede ser más irreprochable. Nació el año del mayo francés y morirá en una fecha aún no determinada de la era de Elon Musk. Habrá sido más de medio siglo defendiendo la cultura en circunstancias especialmente hostiles (siempre lo son para la lectura, pero Lagun tuvo que aguantar a dos colectivos aparentemente distintos de iletrados orgullosos de serlo). Dejarán a un montón de huérfanos que se habían acostumbrado a visitarla porque era una librería con alma, pero éstos ya se las apañarán para conseguir su mercancía por otras vías.
Nos hemos acostumbrado a dar las cosas por hechas. Yo mismo no me doy cuenta, cada vez que entro en Laie o La Central, de la suerte que tengo de poder disfrutar de esas librerías. Que también pueden desaparecer algún día (Dios no lo quiera) si les pintan unos bastos tan siniestros como los que le han caído a Lagun.