Theodore Kaczynski
Bombas contra el progreso
La diñó el Unabomber, terrorista intelectual que sembró el pánico en su Norteamérica natal entre 1978 y 1995, época en la que le dio por enviar cartas bomba a diferentes destinos, mostrando una especial predilección por universidades y líneas aéreas: de ahí el seudónimo que le pusieron la policía y los medios de comunicación Unabomber (Universities and Airlines bomber, o Bombardero de Universidades y Aerolíneas). En el curso de esos diecisiete años, el hombre se cargó a tres personas y causó heridas a otras veintitrés. Se llamaba Theodore John Kaczynski, era de familia polaca, nació en Chicago en 1942 y falleció hace unos días en el penal de Durham, Carolina del Norte, en el que llevaba encerrado desde su detención el 3 de abril de 1996, tras una información de su propio hermano que le fue de gran utilidad a la policía, que llevaba años tras él.
Es posible que Kaczynski sea el terrorista más peculiar en toda la historia de los Estados Unidos. No era un descerebrado ni un supremacista blanco ni un bolchevique anticapitalista. Simplemente, estaba en contra del progreso tal y como lo entendíamos el resto de sus semejantes, metiendo en el mismo saco a los bienintencionados y a los canallas. Puede que la universidad y el tráfico aéreo nos parezcan a la mayoría dos grandes inventos, pero el Unabomber no estaba de acuerdo, pese a haber pasado por dos centros universitarios de campanillas, Harvard (1958 – 1962) y Michigan (1962 – 1967) y haberse doctorado en Matemáticas. En 1971, le dijo adiós a todo eso y se trasladó a una cabaña sin luz ni agua en Lincoln, Montana, donde se dedicó, según las versiones, a elaborar sus planes contra el seudo progreso dañino o a volverse majareta (personalmente, me inclino por la segunda opción, aunque, citando a Shakespeare, hubiera cierto método en su locura).
A medio camino entre Thoreau y el terrorismo, nuestro hombre llevó una vida de eremita en la que, entre bombazo y bombazo, le dio tiempo a escribir algunos opúsculos que acabaron siendo traducidos a distintas lenguas. El más célebre fue La sociedad industrial y su futuro, que recogía lo más medular de su discurso político y social (por llamarlo de alguna manera). Evidentemente, no consiguió ni uno de sus quiméricos y absurdos planes para, desde su peculiar punto de vista, contribuir al genuino progreso de la humanidad, pero sí logró convertirse en una leyenda americana de esas que nutren a películas y series de televisión (destaquemos la temporada que le dedicó en el 2017 la serie Manhunt, interrumpida antes de lo previsto a causa del aburrimiento de su director, David Fincher).
En un mundillo abyecto controlado mayormente por los asesinos en serie, el Unabomber fue un criminal cuanto menos peculiar que creía estar haciendo el bien a su país con sus cartas bomba. Se equivocó y lo pagó con un largo encierro que concluyó hace unos pocos días. ¿Un zumbado más? Probablemente, pero no uno del montón.