Antonio Garamendi, presidente de la CEOE / EP

Antonio Garamendi, presidente de la CEOE / EP

Examen a los protagonistas

Antonio Garamendi

19 febrero, 2023 00:00

Un burgués de parodia


Nada más lejos de mi intención que marcarme un panfleto contra los capitanes de industria de nuestro bendito país. De eso ya se encargan los de Unidas Podemos, que no dejan pasar ni una oportunidad de poner de vuelta y media a Amancio Ortega, al capitoste de Mercadona y a cualquier empresario hábil para los negocios que se haya forrado con las necesidades del populacho, ya sea a través de la comida, de la ropa o de lo que sea. Sé que no vivimos en un mundo que se distinga por su justicia distributiva, pero también soy consciente de que, si siempre he estado más cerca de los pobres que de los ricos ha sido por culpa mía, que nunca le he dado al dinerito la importancia que tiene y me he empeñado siempre en decir lo que me pasaba por la cabeza sin pensar en las consecuencias, tal vez funestas, que de esa actitud pudieran desprenderse. Que sigan, pues, Echenique y Montero ciscándose en los ricachones, que uno tiene cosas mejores que hacer. ¿Que el señor Roig del Mercadona se forra con la cesta de la compra de los españoles? Me alegro por él. ¿Que el patrón de Zara ha creado un lucrativo emporio a base de ropa a buen precio? Me quito el sombrero ante su lucidez propia de un visionario. De hecho, lo único que me molesta de los millonetis es que adopten una actitud más bien ofensiva a la hora de justificar su puesto en la sociedad. Que es lo que acaba de hacer el presidente de la CEOE, Antonio Garamendi (Getxo, 1958), al compararse con la víctima de una violación a la que los reaccionarios achacan su desgracia al hecho de ir por ahí luciendo una provocativa minifalda.

No sé ustedes, pero a mí me parece que un señor que cobra 400.000 euros al año por presidir a los empresarios españoles no es precisamente una víctima de nada. Si él se siente así, ¿qué le vamos a hacer?, pero a los demás la cosa nos suena a cinismo del bueno, y cuando se ocupa la posición del señor Garamendi hay que ser un poco más sutil y tener algo más de mano izquierda. El hombre es de esa gente de la que los italianos dicen que les manca finezza: manifestarse en contra del incremento del salario mínimo a la friolera de 1.080 euros mensuales cuando todo el mundo sabe que tú te embolsas 400.000 al año es de una desfachatez considerable. Y aunque resulte obsceno (más lo es el sueldo de algunos banqueros), lo que más ofende a la plebe de la actitud del señor Garamendi no es que se forre a lo grande, sino que se oponga a que los pelagatos de este país puedan vivir un poquito mejor que hasta ahora. Si lo he entendido bien, los sueldazos de gente como Garamendi no le hacen ningún daño al país, pero los cuatro cuartos que se destinan a las clases populares son capaces de hacerle un siete al Estado que luego no habrá manera de remendarlo.

Exceptuando a Unidas Podemos y sus votantes, no hay en España un ánimo excesivamente hostil hacia nuestros queridos empresarios. Lo que sí puede darse, como ha sido en el caso Garamendi, es que las declaraciones y la actitud de algunos clamen al cielo. Y adoptar las formas de esos potentados gordos y con habano en la comisura que aparecían en los cuadros y las ilustraciones de Grosz no contribuye precisamente a la paz social ni a la convivencia más o menos pacífica entre pobres y ricos. Si el señor Garamendi no entiende que no se pueden ganar 400.000 euros al año y, al mismo tiempo, combatir hasta la última gota de sangre la subida del salario mínimo, puede que no sea la persona más adecuada para presidir la CEOE. El pueblo español es extremadamente paciente, pero tampoco hay por qué provocarlo de mala manera en lo relativo a las cosas de comer.

Antonio Garamendi ha demostrado con su actitud una falta de empatía tan brutal con los parias de la tierra que debería ser tenida en cuenta, por su propio bien, en las filas de la CEOE. Total, a su presidente tampoco se le pide tanto. De hecho, se acepta sin problemas que el destino de los pobres se la pele, pero lo que no se encaja con tanta tranquilidad es que lo reconozca en voz alta. Manca finezza. O falta un poco de obligada hipocresía. O un poquito de por favor. El español medio es un maestro en el arte de aceptar su destino con un fatalismo admirable, pero tampoco hace falta provocarlo con actitudes que parecen proceder del tío Gilito del Pato Donald.

Disfrute usted de sus 400.000 machacantes anuales, señor Garamendi, pero no se esfuerce en seguir matando de hambre a aquellos a los que la vida no les ha ido tan bien como a usted. Nadie le pide empatía, ni amor al prójimo, tan solo un poquito de humanidad. Venga, hombre, que no cuesta tanto…