Manel Vidal
Hace ya demasiado tiempo que TV3 se convirtió en una televisión al servicio del nacionalismo gobernante en la Generalitat. Pese a estar pagada por todos y cada uno de los contribuyentes catalanes --incluidos, obviamente, los no secesionistas--, su descarado partidismo y su sesgo favorable al procés en los últimos años ha llegado a límites inadmisibles, más aún tratándose de una televisión pública.
El caso de algunos programas como Zona Franca es uno de ellos. En sus más de 50 ediciones desde que se estrenó el pasado octubre, este late night show diario supuestamente humorístico ha empezado cada noche con su presentador, Joel Díaz, saludando al grito de "puta noche y buena España" --en un claro gesto de complicidad con el "puta España" de otros colaboradores de TV3 y Catalunya Ràdio--, ha bromeado sobre las víctimas del campo de concentración de Mathausen, ha empleado el término "subnormal" como insulto, se ha burlado de la bandera y el himno español --interpretándolo con sonido de pedos--, ha interpretado en un gag a dos fascistas recibiendo eufóricos un ejemplar de la Constitución y, en su penúltima ofensa, esta misma semana uno de sus colaboradores, Manel Vidal Boix, ha tildado directamente de nazis a los votantes del PSC por no compartir sus postulados secesionistas.
Ahora, el director de la cadena, Sígfrid Gras, asegura que este tipo de situaciones se van a acabar, y el primer gesto ha sido prescindir de la sección de Manel Vidal. Pero el programa, cuyo coste para las arcas públicas asciende 1,3 millones de euros anuales, seguirá en antena. Y, a pesar de precendentes como los antes descritos, hasta ahora todo había seguido igual. Su decisión llega muy tarde --y días después de haber perdido un patrocinador-- pero, aún así, es mejor que el amparo otorgado a este programa por parte del Consell de l'Audiovisual de Catalunya (CAC), o de la propia Generalitat en una intervención parlamentaria de su consellera de Presidencia, Laura Vilagrà, el mes pasado, en ambos casos esgrimiendo como argumentos la "libertad de expresión" y su supuesto humor transgresor --cuando es justo lo contrario--, por encima de su mal gusto.