Irene Montero
Tengo la impresión de que Irene Montero descubre la pólvora cuatro o cinco veces al día. La buena mujer tiene epifanías a granel y siempre está pensando en cómo luchar para conseguirles a las mujeres unos derechos de los que disfrutan desde hace décadas. Yo creía, en mi inocencia, que el Ministerio de Igualdad se había creado para cosas fundamentales: que una mujer cobre lo mismo que un hombre por el mismo trabajo, que no se boicotee el progreso laboral de las mujeres por el mero hecho de serlo, cosas así. Pero la nueva campaña del Instituto de las Mujeres me informa de que lo realmente importante es que las gordas puedan ir a la playa sin que se las humille y abuchee, algo que no ha sucedido nunca, que yo sepa: desde mis épocas de niño que veraneaba en el Maresme, recuerdo haber estado en la playa rodeado de gordas (y gordos) sin que se procediera a su linchamiento. No sé qué playas frecuentaba Irene de niña (puede que ninguna, siendo de secano), pero yo no recuerdo haber presenciado ninguna actitud hostil hacia los bañistas obesos o poseedores de eso que ahora se define como “cuerpos no normativos”.
El cartel de la campaña es un poema a la inclusividad. Hay gordas, negras, negras gordas y hasta una señora mayor a la que le falta un pecho a causa de una mastectomía. Lamentablemente, los responsables de la campaña (que ha costado cosa de 80.000 euros) pillaron las imágenes donde Dios les dio a entender y hasta usaron una tipografía que tenía dueño. Todo ello sin apoquinar un euro. Nos hemos enterado gracias a una modelo a la que le han cambiado la pierna ortopédica por una de las de toda la vida (aunque a cambio le han puesto en el sobaco unos pelos que no tenía) y a otra modelo cuya foto sacaron de su Instagram y usaron tan alegremente (la británica Nyome Nicholas-Williams, que está que trina).
Las excusas para la chapuza consisten en decir que no sabían que la tipografía estaba registrada y que las fotos se recolectaron deprisa y corriendo porque el encargo era para ya mismo. Y, por lo menos, los autores de la chapuza han pedido excusas, pero del Ministerio de Igualdad no ha salido ni un triste comunicado. Lo peor de la chapuza en cuestión es que añade al insulto la afrenta, pues en España nunca se ha impedido a nadie el acceso a una playa por ser de otra raza, tener un pecho de menos o arrastrar cierto sobrepeso.
Después de la excursión a Nueva York con sus amiguitas, donde se hizo unas fotos en Times Square que parecía anunciar el regreso de las Spice Girls, Irene Montero nos sale ahora con que ya está bien de maltratar a las gordas, aunque para ello haya que recurrir a gordas que no reciben ni un céntimo por su colaboración. Irene, hija mía, ¡no das una!